8. Magno

1.9K 212 21
                                    

Ambrose Dash

Aquel lugar era impresionante. Las paredes parecían de mármol, los cristales de los ventanales y puertas eran espectaculares. El contraste de los tonos sobrios que caracterizaban a los Finnes, el verde de la grama y los árboles era algo increíble.

Bajamos de la camioneta casi al mismo tiempo que el centenar de custodios bajaban de las demás.

Captian fue el último en pisar aquella grama.

—Muy bien —llamó nuestra atención, posicionándose justo en frente —, aquí vivirán de ahora en adelante; como en el edificio Finnes, aquí también contarán con custodios, pero ya es hora de olvidarse de sus acompañantes, tendrán que cocinar, planchar, lavar, limpiar y hacer todo por ustedes mismas, le daremos la libertad de dividirse las actividades como mejor les parezca, pero eso no quiere decir que no habrá castigos si llega a haber peleas por el tema.

Mi atención fue robada por un rubio bastante alto saliendo de aquella imponente casa. Se trataba de Aiden Finnes. Se acercaba a nosotras con paso decidido, y noté que yo no era la única embelesada por la presencia de éste.

Una vez que llegó al lado de Captian nos saludó con un serio asentimiento de cabeza.

—Como les decía —continuó hablando el pelinegro —. Aquí estarán protegidas al extremo. Como pudieron notar, no hay cerca, ni rejas; no hay nada visible rodeando la casa, pero lo cierto es que hay sensores en la grama, a prueba de todo, que activan y desactivan un campo de electricidad, que cubre el terreno en forma de iglú. Eso quiere decir que el que intente salir de los límites marcados en la grama, será brutalmente electrocutado.

—Los sensores sólo serán desactivados por órdenes de un Finnes —intervino Aiden con tono severo —. Captian vendrá cuatro días a la semana para sus entrenamientos, las enfermeras vendrán una vez a la semana junto a mi padre, y yo estaré presente la mayor parte del tiempo, aunque aún no hay un horario definido para eso.

El rubio observó a Captian, y éste asintió, parecía que se comunicaban telepáticamente.

—Les exijo que presten el mayor grado de atención posible a lo que diré —dijo Captian —. Los custodios estarán aquí sólo las primeras semanas. El resto de éstas serán vigiladas y protegidas por nuestro Magno.

Después de decir esto tomó una Tablet que le tendió un custodio. La encendió y dio unos cuantos toques a la pantalla. De pronto más de cinco perros de gran tamaño aparecieron en mi campo de visión, tenían parte de su pelaje negro y la otra marrón, sus patas eran largas y algo delgadas, sus hocicos eran un tanto largos y finos, sus orejas puntiagudas; corrían a gran velocidad con dirección a la espalda de Captian y Aiden, éstos ni se inmutaron.

Los animales parecían enloquecidos, mostrando grandes y puntiagudos dientes. Corrían sin pausa mientras soltaban ladridos ensordecedores.

El pánico se apoderó de mi sistema e intenté salir corriendo, pero uno de los guardias me sostuvo, obligándome ver la aterradora escena. Por alguna razón, a diferencia de las demás chicas, no era capaz de gritar, al parecer mi voz se había ido junto con mi valentía.

Cuando a los animales les quedaban unos cuantos pasos para llegar a las espaldas de los Finnes, Captian dio otro toque en la pantalla y éstos se detuvieron, lanzándose al suelo, pasando sus patas delanteras por sus orejas, desesperados, algunos lloraban.

Si no hubiese sido presa del pánico, me echaría a reír, pues los gritos y llantos habían sido reemplazados por jadeos débiles y pesadas respiraciones de un segundo a otro.

—Magno es el nombre del grupo de seguridad canino de Lenos —comentó Aiden con orgullo —. Todos los perros de este grupo son de una única raza, Dóberman. Cuando tengan la oportunidad de salir a las calles de Lenos los verán en cada esquina, protegiendo nuestra nación. Pero estos cinco caninos fueron entrenados especialmente para protegerlas, tienen en su sistema un chip que nos permite saber su ubicación y detalles sobre su salud, como el de ustedes. En sus orejas tienen dispositivos que emanan las señales que les damos desde nuestros equipos, eso fue lo que observaron hace unos segundos.

Los animales ya se habían calmado, de hecho, unos caminaban cerca de nosotros, otros se habían sentado o echado en la grama. Lucían alegres, con sus lenguas afuera, respirando agitadamente debido a la carrera que habían tenido que desatar, podían hasta parecer tiernos, pero cuando desviabas la mirada a sus dientes la sensación de ternura se esfumaba.

—Parecen armas letales, pero mientras no les demos señales de hacer daño no lo harán, tendrán que acostumbrarse a su presencia pues estarán paseando por la casa como una mascota más —avisó Captian, robándole un jadeo a Clarisse.

Yo me había limitado a levantar las cejas. No me veía compartiendo el resto de mis días con esos animales.

—¿Alguna pregunta? —inquirió Aiden, viéndome fijamente. Negué con la cabeza —. Bien, ahora entraremos y debido a que son sólo cuatro tendrán la posibilidad de elegir sus habitaciones y si estarán solas en estas o las compartirán.

Kristen y yo intercambiamos miradas, y por primera vez en algunos días sonreí con gusto. Al parecer nuestra estadía en el lugar no sería tan horrible.

.

Kristen se plantó en el medio de la habitación y dio una vuelta, podía ver cuán aterrada estaba sólo por sus movimientos.

—No tiene que ser una experiencia tan horrible, podemos —Cortó sus palabras, sus ojos se cristalizaron —... podemos apoyarnos y conseguir la manera de...

Yo en cambio, estaba petrificada en la puerta, no sabía si ir hasta donde estaba ella y abrazarla era una buena opción; para ninguna de las personas que me conocían era un secreto que no era para nada cariñosa, estar tan cerca de una persona jamás fue algo que se me diera tan bien, de hecho, mi madre me reprendía constantemente por mi falta de tacto o empatía.

—Calma —logré decir mientras daba solo dos pasos en su dirección —. Claro que podemos apoyarnos, ya veremos cómo sobrellevar todo esto. Estaremos bien, Kristen.

Ella asintió varias veces y luego se sentó en el suelo. Me acerqué un poco más y me senté a su lado, con una distancia aceptable entre nosotras.

—Estaremos bien —susurré para mí misma.


La CapturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora