Ambrose Dash
Cuando el tal Maverick entró en mi campo de visión, hasta mi sangre respondió a su presencia.
Aquella cicatriz, la que surcaba su cara, había sido motivos de malos pensamientos y pesadillas durante mis primeros días en el Círculo Dorado. Aquel hombre me había apartado de los brazos de mamá...
—De rodillas —sentenció por lo bajo August Finnes; por primera vez en todo ese tiempo, sentí una clase de unión con el decrépito, de hecho, disfruté de su orden.
Éstos obedecieron, y realmente, no me importaba lo que pasaría con Thenor. Yo quería a Maverick, quería hacerle pagar por el mal trato que me dio el día que fui capturada, por esa sonrisa psicópata que había esbozado frente a mí, por agredir a Cina... por ser parte de toda esta locura y disfrutarlo. Debía morir, debía sufrir.
—Dash —me llamó Aiden con cautela, acercándose a mi espalda.
—Dime, Aiden —espeté con molestia.
—¿Estás bien? —preguntó acercándose aún más, posicionando una de sus manos en mi cintura.
—¿Tú qué crees? —pregunté girándome hacia él, dándome cuenta de que estaba más cerca de lo que pensé.
—Mantén la compostura, Dash —susurró, casi suplicando.
Volví a girarme y vi fijamente a Maverick, éste sonrió de manera maliciosa, como la primera vez que lo había visto, sólo que esta vez sí tendría el poder de arrancársela.
August Finnes tomó la atención de los presentes nuevamente y expuso las razones por las cuales aquellos dos se encontraban en esa condición, y advirtiéndolos de que si alguno llegase a imaginar imitar al menos la tercera parte de sus acciones, sería castigado de la misma forma.
Yo les estaba dando la espalda, para así poder ver el rostro arrepentido y aterrado de Thenor y el desafiante gesto del de la cicatriz.
—Aiden —El nombre del rubio brotó de la boca de August Finnes —. Puedes empezar.
El lugar se sumió en un silencio bastante tenso.
Al paso de unos pocos segundos Aiden llevó las manos a sus caderas, para dejar el arma a la vista de todos y tomarla con decisión. Apuntó a la cabeza del derrotado Thenor y justo en ese momento, al ver los ojos suplicantes del hombre, una lágrima rodó por mi mejilla izquierda.
El hombre que tenía una pistola frente a su cabeza, era el mismo que había descuidado su trabajo; era el que había permitido que Cina viviera dos días desquiciantes con el cadáver de mamá y tres más viviendo sola en casa, junto a sus afectados pensamientos y el recuerdo del amor más grande que pudo experimentar.
Dos lágrimas más salieron de mis ojos, y noté que además de esa ira descomunal que experimentaba, la tristeza también me estaba invadiendo, poco a poco.
Sin aviso previo el rubio disparó directo a la cabeza de éste, causando que gotas de sangre saltaran en diversas direcciones y su cuerpo cayera al frente, estrellándose contra el suelo.
Las personas guardaron silencio, dejando así al coliseo en un silencio sepulcral.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando August Finnes se acercó a su hijo y dio un apretón en los hombros del rubio, como felicitándolo por su acción.
Su mirada orgullosa pasó de su hijo a mí, cambiando ésta por una amenazadora.
Era mi turno.
Los Finnes abandonaron el escenario, cosa que no me sorprendió, si me darían un arma sus retorcidas cabezas corrían peligro. Aiden me dirigió una mirada inexplicable antes de perderse de mi campo de visión.
Un guardia se acercó a mí, tendiéndome el arma.
Sentí el peso de aquel objeto y sonreí, era bastante irónico. La tomé como era debido y planté mis pies de la forma en la que papá me había enseñado durante unas navidades en las que le permitieron pasar algunos días en casa.
Miré hacia al frente, y los ojos enloquecidos de Maverick se cruzaron con los míos. El mencionado ya no sonreía, ahora lo hacía yo.
—De pie —ordené con un tono de voz bastante alto.
Cicatriz me miró con algo de confusión, vacilando mientras pasaba de estar sentado sobre sus piernas a estar de rodillas, casi erguido.
—¡De pie, Maverick! —grité con molestia, causando que algunas exclamaciones de sorpresa se esparcieran por el lugar.
Éste dudó solo unos segundos antes de ponerse de pie con bastante dificultad.
Una vez que aquel hombre estuvo parado apunté a su pierna derecha, específicamente en su muslo y sin dudar, disparé, no sin antes recordar los gritos desesperados de mamá justo cuando esas sucias manos, que justo en ese momento estaban atadas tras su espalda, me tomaron violentamente y me alejaron de ella.
—¡Ah... maldita! —soltó antes de caer sobre su costado, del lado opuesto de su herida.
Los guardias que tenía a los lados me observaron con sorpresa antes de acercarse.
—Señorita Ambrose... —trató de hablar uno, lo interrumpí al dispararle a Maverick justo en su costilla derecha, fue un tiro bastante preciso.
—No he terminado —escupí, al tiempo que las marcas y heridas en el cuerpo de Cina invadían mi mente.
Tal vez estaba siendo injusta al odiar a Maverick y haber querido hacerle eso cuando la verdad era que Thenor tenía más responsabilidad sobre sí, al intentar matarme y al jugar con la integridad física y mental de Cina... pero mis ojos no habían sido testigos de aquellas acciones, los Finnes fácilmente pudiesen estar mintiendo; en cambio a Maverick si lo había visto sonreír con perversión, sin agregar que había estampado su codo en mi cara. No era difícil imaginarlo agrediendo a Cina. A mi Cina. A la niña que estaba lidiando con dos duelos y una hermana casi perdida.
Sin darme cuenta, quedé paralizada a un lado de aquel escenario, con el arma apuntando a Maverick, analizando como la sangre salía de sus heridas y sus manos ya no hallaban qué parte de su cuerpo presionar.
Veía como sus labios formaban una línea recta y tensa; su ceño estaba fruncido y sus ojos cerrados con fuerza.
Meneé la cabeza, tratando de no dejar que las lágrimas que se habían acumulado en mis ojos escaparan de ellos. Tenía que acabar con eso de una vez por todas.
Tuve que cerrar los ojos para que las lágrimas no fuesen un problema inhalé lentamente, analizando cada efecto que aquella acción generaba en mi cuerpo.
Entonces apunté de nuevo.
El fuerte sonido y las salpicaduras fueron más que suficientes para asegurarme de que ya había acabado.
Me giré con dirección a los escalones y bajé, alejándome así de incontables miradas, pero no de la de Aiden Finnes, quien se encontraba al inicio del pasillo que iba hacia los vestidores del lugar.
Sus ojos gritaban miles de cosas, con mucho sentimiento, pero de su boca no salió ni una sola palabra.
—¡Esa es mi francotiradora! —se jactó August Finnes acercándose a nosotros, con los brazos abiertos y una sonrisa radiante —. Es increíble como siempre acabas superando mis expectativas.

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La Captura
Ficção CientíficaAnualmente son capturadas doce jóvenes de todas las partes del país. Serán sometidas a pruebas para transformarlas en fenómenos con habilidades que ayudarán en una guerra eterna. Este año será diferente, pues una de ellas tendrá la oportunidad de ca...