9. Temperamental

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Aiden Finnes

Había pasado esta semana muy pendiente de las Capturadas, pero había conseguido hacerlo sin estar observándolas y persiguiéndolas todo el tiempo. Captian me había hecho el favor de informarme de todo lo que pasaba en la casa donde habíamos dejado a cuatro de las elegidas, en cuanto a las que permanecían en el edificio, si había estado presente en algunos de sus entrenamientos con Jacob, el entrenador que reemplazaría a Captian por esta semana.

Veía el jardín a través del ventanal.

—Aiden —llamó mi padre, como si quisiera advertirme algo —. Tienes que asomarte al menos media hora a la casa donde están las elegidas.

Me giré hacia él. Estábamos en su oficina.

—No creo que sea el momento, aquellas chicas todavía deben estar asimilando que ahora están mejor vigiladas, más apresadas que antes, déjalas ajustarse a su nuevo estilo de vida.

Mi padre tomó una expresión bastante seria y se acercó a mí.

—¿Qué pasó con el Aiden que me decía que no podía esperar que La Captura empezara? —preguntó con molestia —. ¿A caso te estás acobardando, hijo? Ya sabes que en Lenos...

—No hay espacio para los cobardes —terminé por él antes de dirigirme a la puerta.

—¿Sabes? —El hecho de que siguiera hablando me hizo detenerme, pero no voltearme a verlo —. Me emocioné cuando esa mujer... ¿Jenn?

¿De quién hablaba?

—La acompañante de Ambrose...

—Jane.

—Ella. Me dijo que habías estado en su habitación, pensé que ibas por ella, tigre. Pero ahora, con tu actitud, no sé qué pensar.

—Ambrose es una chica bastante temperamental, padre —me limité a decir.

Guardó silencio por unos segundos, y justo cuando creí que podría irme, el escandaloso sonido de una carcajada me hizo girarme.

Lo miré confuso. ¿Qué le sucedía a aquel decrépito?

—¿A caso el temperamento de nuestra francotiradora te intimidó? —preguntó entre risas.

—¿Sabes que diciéndolo así sí suena bastante retorcido? —inquirí cruzándome de brazos.

—Ay, hijo —Pasó su índice por el rabo de su ojo derecho, secando una lágrima —. Pensé que había criado a un hombre lleno de osadía, a un ser temerario, pero resulta que el temperamento de Ambrose Dash lo acobarda.

—Eso no fue lo que quise decir —interrumpí sus infantiles burlas —. Quería hablarte de Kristen, pero tus comentarios me habían distraído del tema.

Sonrió, casi con orgullo.

—Así que por fin te has interesado en nuestra pequeña Kristen —exclamó con los brazos abiertos.

Tomé aire.

—No —sentencié —. Captian me dijo que la ha notado algo... perdida, como si su mente no estuviese en el presente, no sé si me entiendas.

Mi padre adoptó una postura erguida.

—¿Tan serio es como para que me lo comuniques, Aiden?

Asentí.

—Parece estar pasando por algún tipo de cuadro depresivo, Captian teme que su integridad esté en riesgo.

—Ya veremos qué hacer.

Ambrose Dash

Estaba acostada en la cama, mientras dejaba que mi cabello rozara el suelo. Durante las últimas horas me había dedicado a ver el techo, pues teníamos libre lo que restaba de día.

Había sido una semana bastante dura, los entrenamientos nos habían dejado agotadas y aún no habíamos encontrado la manera de volver a sentirnos en paz, seguras y alejar todos esos pensamientos aterradores.

Vi la parte superior de la puerta separarse del marco, y esperé que Kristen y su cara de tragedia se adentraran en la habitación, pero no fue así, lo que realmente me pareció extraño. Así que me incorporé. Al hacerlo casi me da un infarto, dejé salir un jadeo de horror.

Una de las bestias de los Finnes había entrado, parecía bastante sereno; la que no estaba tranquila era yo.

Miré el brazalete en mi mano y pensé en tocar el botón de emergencias.

El animal se sentó a unos pasos de la cama donde yo estaba sentada. Me veía con curiosidad, y si estando en dos patas no fuese de mi tamaño diría que se veía tierno. Lo miré con recelo, y me dije a mí misma que debía calmarme, después de todo, durante la semana que habíamos estado ahí ninguno de ellos había intentado agredirnos.

—Agh, aquí estás —exclamó Aiden Finnes, mientras se asomaba por el marco. Sabía que se refería al animal —. Señorita Ambrose.

—Aiden —solté, y en ese momento noté que ni la llegada del perro a la habitación me había dejado tan estática como la del rubio que justo en ese momento estaba caminando hacia mí.

El joven Finnes me miró con expresión inescrutable mientras tomaba asiento junto a mí.

—Mi visita será breve —avisó.

—Gracias a Dios —No pude evitar decir algo así, aquellos hombres me desagradaban al extremo.

Su grave carcajada me tomo desprevenida, pero no le permití notar que me había desconcentrado. La verdad era que aquel sonido era agradable, sino se tratase de un Finnes hubiese reído junto a él.

—Bien, Captian me informó que compartes habitación con Kristen —dijo y me miró a los ojos, lo que hizo las cosas un tanto difíciles —, también dijo que le preocupaba su actitud desde que llegó aquí.

Aproveché la oportunidad de desviar mi mirada.

—Está bastante afectada por el cambio, y es que, ¿quién no? —escupí con odio —. ¿Tienes idea de cuánto hemos perdido sólo por pertenecer a estos enfermos planes? Todas estamos cambiando muchísimo, sólo que el cambio de Kristen va más rápido, es más notable.

Éste me miraba con seriedad. Al parecer al doradito no le habían gustado mis palabras, y realmente, no me importaba.

—Bien, Ambrose —dijo mientras se posicionaba, agachado, frente a mí, lo que hizo que tuviese que mirar como su torso bajaba frente a mí hasta adquirir la posición en la que estaba —. Sé que tienes todos los puntos claros, sé que estás consciente de cómo se manejan las cosas y de quién toma las decisiones. Así que... lo que te voy a pedir es bastante sencillo: necesito que seas el apoyo más grande que Kristen pueda recibir aquí, no se lo pido a otra capturada porque al parecer contigo ha congeniado. Necesita ayuda y tú se la darás.

Reí abiertamente. Este tipo estaba loco; era un descarado, insensible, poco hombre, enfermizo y para rematar tenía muchísimo poder. Aiden Finnes era todo lo malo multiplicado por mil, y nosotras estábamos en sus manos.

—Señor Aiden —solté con sarcasmo.

—Eso suena muy bien —admitió con una sonrisa burlona.

En ese momento fui consciente de que él y sus problemas estaban peligrosamente cerca de mí. Lo que hizo que mi expresión se endureciera e irguiera mi postura, la cual casi nunca estaba así.

—Aquí los únicos inhumanos son ustedes, pues no era necesario que vinieras aquí con tu actitud estúpida a pedirme que ayude a Kristen a mantenerse en pie, pues ya lo hacía —escupí con veneno —. Así que tu visita fue innecesaria, te pido por favor que te retires de mi habitación.

Él sonrió con diversión mientras se ponía de pie lentamente. Dejando su pelvis en mi campo visual, demasiado tiempo diría yo.

—Fue un gusto visitarla, señorita Ambrose —dijo mientras se dirigía a la puerta y salía de la habitación.

Hubiese respirado, de no ser porque el perro seguía plantado ahí, dentro de la habitación.

Estoy segura de que mi mente jamás había trabajado tan rápido, pues en menos de diez segundos se abrió un incómodo debate entre llamar a Aiden o dejar que aquel animal me devorara en la noche.

La segunda opción se había vuelto bastante tentativa...

Tendría que correr el riesgo, pues llamar a Aiden no era una opción.

La CapturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora