Ambrose Dash
Ya había pasado un día desde que dejé el cuerpo de Maverick desangrándose en el escenario del coliseo del Centro de Lenos. No me arrepentía, realmente no lo hacía, pero su sonrisa torcida me atormentó durante todas esas horas.
Pensaba en que la vida era bastante injusta con algunos, y con otros, demasiado condescendiente; mientras unos se ahogaban en dinero, otros se sentían ahorcados por la falta de éste, y así era con todo, pero también daba cambios bastante drásticos.
Maverick tuvo un gran poder, él fue el que me subió a ese helicóptero a la fuerza, mientras me agredía, lo mismo había hecho con Cina, y ayer yo había hecho que tres balas penetraran su repulsivo cuerpo.
Reí sin ganas y me levanté del suelo de la ducha.
Las otras capturadas estaban preparándose para entrar a una sala que habían preparado para suministrarnos sus extraños sueros.
Se suponía que ya debíamos estar en aquella instalación, dormidas, pero lo cierto era que todas buscábamos hasta la más mínima excusa para tardarnos el mayor tiempo posible.
Escuché varias exclamaciones de sorpresa, luego todo quedó en silencio hasta que...
—¡¿Qué crees que haces aquí, imbécil?! —Kristen gritó, parecía estar cerca de la puerta de mi ducha. Tomé la toalla, me envolví en ésta y salí.
Efectivamente la pelinegra estaba parada a unos pasos de mí, enfrentando a un Captian enfurecido. Ella vestía uno de los enterizos blancos que habían dejado en cada uno de los vestidores.
—¡No debes hablarme así, Kristen! —soltó, pero no parecía molesto por el hecho de que ésta le hablara así; le molestaba el rechazo.
Apenas salí con el cabello mojado y tan sólo una toalla Captian desvió su mirada de Kristen hacia mí. Suavizó su expresión y vaciló durante unos segundos.
—Cina me pidió que le permitiera estar unos segundos junto a ti antes de que te duerman —explicó con un tono de voz bastante suave, el que, irónicamente, me aturdió —. Te espera afuera, sólo venía a decir eso.
Observó a Kristen de una manera indescifrable y se marchó. Busqué los ojos de la pelinegra y ésta los míos.
—Despídete de ella, Dash —susurró con sus ojos vidriosos.
Cada vez que Cina estaba cerca o hablábamos de ella le causaba lo mismo: dolor. Creía que recordaba a Melis y a su trágica muerte. Kristen era la Cina de su familia, y me dolía bastante que fuese así.
Corrí a vestirme. Mis movimientos eran torpes y mis manos temblaban descontroladamente. Odiaba esa situación; el hecho de no saber si despertaría de nuevo para seguir cuidando de Cina me mortificaba, pero no tanto como el hecho de que ella quedaría bajo el cuidado de los Finnes.
No pensé siquiera en calzarme o peinar mi cabello. Salí de aquel salón y casi me desmayo cuando vi al frente, nadie...
Hasta que bajé la mirada y giré a mi derecha. Ahí estaba, sentada en el suelo viéndome con ojos rojos y tristes.
Algo en mí se quebró. Me senté a su lado, recostando mi espalda de la pared. La observé y ella a mí, sonreímos sin ganas al mismo tiempo.
—Tengo miedo, Amm —susurró y sus ojos se llenaron de lágrimas —. Perdí a mis padres... los perdimos, Amm. Ellos no volverán y tú...
—Yo sí lo haré —la tajé, tomando su mano izquierda con mi mano derecha —. No estarás sola, Cina, siempre me tendrás. Haré hasta lo imposible por estar junto a ti.
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La Captura
Science FictionAnualmente son capturadas doce jóvenes de todas las partes del país. Serán sometidas a pruebas para transformarlas en fenómenos con habilidades que ayudarán en una guerra eterna. Este año será diferente, pues una de ellas tendrá la oportunidad de ca...