15. Decisivos

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Aiden Finnes

La vi bajar del avión, su rostro era ilegible, toda ella era indescifrable, hasta que me vio, esperó llegar al suelo y cerró los ojos, para luego respirar profundo.

Pasó dos días en Calem, viendo arder a una de sus ciudades más importantes. Cuidó a Kristen y vio morir a Noa, el mismo día que cumplió dieciocho años. Me acerqué y la rodeé con mis brazos.

La angustia y el dolor que había sentido por Dash los últimos días eran indescriptibles, no lo entendía. Nunca me había sentido tan unido a una persona como a ella.

Su cuerpo temblaba, y sinceramente, no sabía si era por el frío de la madrugada o porque de verdad se sentía mal.

—Matamos a dos niños —sollozó —. Dos niños inocentes... no sabían quiénes éramos, ni porque ellos estaban en medio de esa situación.

Sabía que Dash podía matar a un hombre y disfrutar el proceso. Sabía que tenía agallas y que haría lo que fuese para mantenerse a salvo; también sabía que era justa, y que sabía ponerse en los zapatos de los demás, lo había demostrado tantas veces que no era necesario ponerla a prueba.

—Toda esta mierda está acabando conmigo —siguió hablando —. Todos ustedes están enfermos de poder.

Fruncí el ceño, y la aparté un poco.

—Dash...

—Esos dos días sin duda fueron los peores de mi vida, y eso que antes pasé por la muerte de mis padres, por la captura... por el asesinato de hombres —las lágrimas seguían bajando por sus mejillas, pero ahora eran el odio y resentimiento quienes surcaban su rostro —. He odiado cada segundo de mi existencia luego de ver dos pequeños cuerpos perdiendo la vida por mi culpa.

Retrocedí un paso, para luego tomarla por los hombros y hacer el intento de acercarla. Ella se zafó, de verdad estaba herida.

—Ambrose, de verdad lamento que hayas pasado por esto. Pero ninguno de los dos ha elegido la mitad de las cosas que hemos hecho a lo largo de estos meses, créeme —dije, pensando que con mis palabras la haría sentir mejor.

—Aiden, ya el daño está hecho —siseó, chocando sus dientes con rabia —. No creo que luego de esto pueda sentirme cómoda con la persona que soy. Este viaje a Cloutier hizo que lo poco que me agradaba de mí desapareciera.

Los vehículos llegaron y Captian bajó de uno de ellos. Sabía que no tardaría en querer acercarse a él, así que me alejé, dejándole el espacio necesario para que pudiese caminar libremente hacia él, y así fue.

Ambrose Dash

Volvimos a repetir el mismo ritual de siempre. Vestíamos de dorado. Habíamos regresado a Lenos, de hecho, estábamos en el lago en el que hace no tanto tiempo Captian se había metido con todo y ropa para esparcir las cenizas de Amy.

Esta vez las cenizas pertenecían al cuerpo de Noa Page. El amiente era más pesado, pues habían muerto varios soldados, Kristen estaba herida y algo débil a causa de toda la sangre que había perdido, y ya sólo quedaban siete de nosotras.

Podíamos ver el cansancio en el rostro de Captian y eso sí era una razón bastante fuerte por la que alarmarse. Aiden había estado bastante ausente y el señor August ni siquiera se había preocupado en aparecer, lo que no nos sorprendía, pero si causaba una revolución de sentimientos en nosotras.

Ya estábamos frente al lago, esperando que llegaran las cenizas de la chica.

Unos pasos menos pesados que los de una persona me hicieron girar un poco hacia la derecha. Era Nascar, por lo que deduje que Amara no debía estar lejos. El animal se posicionó a mi lado y miró al frente, imperturbable. Siendo sincera ya no me sentía tan aterrorizada con los Magno a mi alrededor, pero Nascar era diferente, ella transmitía lo mismo que Amara, peligro y poder, pero no a los niveles que transmitía August.

De un momento a otro dejé de sentir mis manos, obligándome a abrirlas y cerrarlas, buscando un cosquilleo, un ápice de sensación. Luego aparecieron las náuseas y por ultimo fueron los ladridos de alerta de Nascar, quien se había quedado junto a mí una vez que mi cuerpo impactó contra el suelo.

De un momento a otro pasé de ver el sol y los movimientos frenéticos de Nascar sobre mí, a ver los pequeños focos del salón de espejos.

Me incorporé rápidamente, como cuando se despierta de una pesadilla. Mi respiración era pesada y no podría describir el miedo que me generaba volver a estar en aquel lugar.

—Señorita Ambrose, necesito que se calme —pidió la doctora Martin, al tiempo que desconectaba unos chupones de mis sienes.

Me tomé un tiempo para observar lo que hacía, y llegar siempre al mismo punto. No entendía nada.

—¿Hace cuánto estoy aquí? —pregunté, al ver que el reloj que lucía en su mano izquierda reflejaba que eran las 6:00 a.m.

Ella sonrió con pesar, y se dedicó a organizar todo sobre una pequeña mesa. De pronto el zumbido que sólo producían las puertas al abrirse hizo que mi espalda se arqueara involuntariamente. Lo que de seguro causó curiosidad en la doctora Martin, ya que me observó como si fuese un fenómeno.

Una franela blanca, que dejaba ver sus brazos y tatuajes, con un short deportivo. Así lucía el rubio, quien se acercó con urgencia.

—¿Cómo estás, Dash? —Se giró rápidamente hacia la doctora Martin —. ¿Cómo está ella?

—Todo estaría bien si ella estuviese durmiendo y comiendo bien —habló, mientras se ponía de pie —. Sugeriría que no la enviaran al viaje de Lyme, pero ya sabemos cómo es el señor August.

Seguido de eso se dirigió a las escaleras y nos dejó ahí, en total silencio.

Esos ojos azules, bastante parecidos a los míos me analizaban, detenida e inexpresivamente.

—Lamento que estés pasando por esto —susurró, al tiempo que se arrodillaba para quedar a la altura de mi cara —. Estuve pensando...

Observó mi rostro, y mi clavícula, para luego pasar a una de mis manos, la rozó con su dedo índice.

—Hay una forma de alejarte de todo esto, y realmente no me importa tu opinión, pero si quiero que estés al tanto —empezó a hablar, y no me gustaba por donde iban las cosas —. No hace mucho tiempo me dijiste que estabas aquí por tu resistencia y destreza, que no te encontrabas en el mismo lugar que yo porque buscabas cierta cercanía. ¿Recuerdas cuál fue mi respuesta?

Sentí como mi respiración se detuvo, y empezaba a sufrir de algo parecido a la taquicardia.

Sabía lo que vendría luego de esto, y sinceramente, no sabía cómo reaccionar.

—Sí —musité, incapaz de hacer más.

—¿Cuáles fueron mis palabras, Dash? —insistió. Su tono y expresión eran terriblemente serias, incluso podían llegar a dar miedo.

—Dijiste que todas estábamos aquí para dos papeles mientras tú no tomaras una decisión.

Él asintió seriamente, obligándome a removerme con incomodidad sobre la camilla. Su rostro estaba justo al frente, él estaba en una posición algo vulnerable... por Dios santo, estaba de rodillas.

Aiden Finnes estaba de rodillas, y aun así le temía a lo que pudiese hacer.

—Ya tomé una decisión —Posó su mano en mi mejilla derecha, e inclinó un poco su rostro a ese mismo lado —. Serás mi esposa, Dash.

La CapturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora