Ambrose Dash
En ningún estado la presidencia de Calem había intervenido en nuestros movimientos. O al menos no a este nivel.
Habían matado a uno de los suyos. Causando confusión en nosotras, distrayéndonos y haciendo más fácil para ellos lo que pasaría a continuación.
El suelo empezó a vibrar y por el sonido ensordecedor sabíamos que se trataba de un helicóptero.
No estábamos entrenadas para este tipo de cosas, pues se suponía que de esto se encargarían los soldados de Lenos. Nosotras sólo dábamos la cara individualmente en varias ocasiones, no nos dotaban con rifles, sino con armas de corto alcance. Nos daban las tareas que requerían de rapidez e ingenio, pero que se desarrollaban en las calles de la ciudad en la que estuviésemos.
Así que no sabíamos qué mierda hacer.
No había que ser increíblemente inteligente para saber que las entradas y salidas ya debían estar rodeadas.
—Mierda —susurré al tiempo que apretaba el arma.
—Estamos rodeadas —aceptó Mara, con el radio muy cerca de los labios.
—Intentaré ingresar ya mismo —soltó Captian, a través del radio.
Sabía que no le daría tiempo de llegar y poder sacarnos vivas. Lo comprobé cuando el techo se plegó, como un abanico cerrándose.
Estaban sobre nuestras cabezas. Aquella bestia de acero descansaba en el aire justo por encima de nosotras.
Inmediatamente nos separamos, pegando las espaldas de paredes diferentes.
Al menos seis balas entraron al lugar, ninguna llegó a rozarnos, a pesar de que habíamos permanecido inmóviles en nuestros sitios.
Lo que quedó de puerta se abrió, mostrándonos a más de diez hombres uniformados, corriendo hacia donde estábamos, la oscuridad no los había dejado localizarnos, y le agradecía eso a cada una de las entidades que en algún momento taché de inexistentes.
Los disparos empezaron a sonar y los cuerpos a caer.
Ahí supe que los gobiernos no tenían mala organización, simplemente no les importaba si moríamos o no. Ahí supe que Captian no llegaría y por más suerte que tuviéramos, si llegábamos al final de la Captura, nos desconoceríamos, porque estábamos malditamente dañados.
Me habían asignado los explosivos de las salidas, y no lo vi tan necesario al principio, pero tendríamos que adelantarles el paso si queríamos sobrevivir.
Así que pulsar un botón de mi brazalete fue más que suficiente para que el piso vibrara con más fuerza. Pude notar que a mi izquierda las llamas empezaron a consumir las puertas.
Mi piel empezó a arder, y si, los últimos días nuestros cuerpos habían generado un rechazo bastante fuerte al calor.
Cuando alcé la mirada, llegué a la conclusión de que tal vez había sido lo mejor, pues el helicóptero ya no estaba sobre nosotras y el helipuerto más cercano estaba a cuarenta y cinco minutos en auto.
Todo parecía estar de maravilla, hasta que entraron más hombres.
Mis sentidos estaban al cien, podía sentir hasta los susurros, como si estuviesen lo suficientemente cerca como para que su aliento me rozara la piel. Todo mi cuerpo emanaba electricidad, y siendo sincera, nunca había experimentado una sensación tan agradable.
Sus balas llovían e impactaban contra lo que fuese, las nuestras también llovían, pero impactaban en sus pechos o cabezas.
Y no fue hasta que tuve un hombre casi al frente que noté que todos tenían lentes de visión nocturna. Me sorprendí y mis pasos al retroceder me delataron, por lo que me lleve un balazo en una pierna.
No había terminado de ahogar mi grito cuando aquel hombre ya yacía en el suelo, inmóvil.
Mara siguió disparando, de hecho pude oír como recargaba el arma. Yo seguía sin poder creerlo, ¿qué tan inhumanas éramos ahora como para poder ver en la absoluta oscuridad?
Luego de unos segundos tuve que reaccionar, y sin si quiera levantarme del suelo seguí derrumbándolos.
Así estuvimos por unos minutos, luego pasamos a estar desplomadas en el suelo con la respiración a millón. Mara había arrancado la bandera de Calem de sabrá Dios dónde y la envolvió en mi pierna herida.
Reí con dificultad, era bastante irónico, pues por primera vez, Calem me había ayudado con el cuidado de una herida.
—¿Si notaste que ellos no podían ver ni siquiera nuestra silueta sin ayuda de la luz del helicóptero o de aquellos lentes? —pregunté, pues aún estaba medio trastornada.
Ella sólo asintió, mientras ajustaba el nudo sobre mi pierna.
—August cree que somos las menos frágiles, ¿cómo le explicarás que su francotiradora dejó que la balearan porque se sorprendió? —preguntó, regresándome a la realidad.
Ella tenía razón, luego de las discusiones que había tenido con August no podía presentarme diciendo que no podría seguir debido a que estaba herida, pensaría que todo era parte de algún tipo de plan. Aiden también estaría involucrado, si era que en algún momento aparecía.
Dios.
Maldita vida.
—Tendrá que entender que soy humana —solté, escondiendo mi temor —. ¿Qué hará si llegan a matarme? ¿Contactarme por medio de la ouija y reclamarme?
Mara soltó una carcajada, bastante alta, luego eso pasó a un ataque de risa. Ella estaba ahí, a mi lado, riendo en un lugar con al menos doce cadáveres.
La escena me abrumó, y las náuseas aparecieron luego de un tiempo bastante largo.
—Mara, tienes que parar —le pedí, con los nervios a flor de piel. Ella siguió y no entendía por qué me molestaba tanto que esa fuese su forma de drenar la cantidad de nervios que había acumulado durante ese tiempo. La verdad era que me parecía macabro.
Ella sólo se levantó y se dirigió al otro extremo, pero de igual forma la seguía escuchando. Su risa retumbaba por todo el lugar.
Ya no lo soportaba, sentía que moriría de los nervios. Así que lo único que pude hacer fue llorar hasta que Captian decidiera aparecer.
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La Captura
Ficção CientíficaAnualmente son capturadas doce jóvenes de todas las partes del país. Serán sometidas a pruebas para transformarlas en fenómenos con habilidades que ayudarán en una guerra eterna. Este año será diferente, pues una de ellas tendrá la oportunidad de ca...