7. Suficientemente Autoritario

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Ambrose Dash

Luego de esa espantosa reunión, nos permitieron ir a donde quisiéramos, yo la verdad no tenía un plan, sólo quería estar sola y así distraer un poco la mente, o pensar en cuáles serían mis planes para cuando estuviese en la dichosa casa.

Caminé por los pasillos sin un rumbo fijo, solo veía las paredes y grandes ventanales. Subí dos pisos y encontré una especie de balcón, estaba abierto, pero custodiado por dos guardias. Vacilé en la entrada, pero al ver que no me habían dicho nada entré sin pensarlo una vez más.

Aún tenía la copa en la mano, y la verdad era que la bebida era bastante agradable al paladar.

Me acerqué al barandal de vidrio y acero, y apoyé mi mano libre en este. Miré hacia arriba y casi rompo en llanto; el cielo era una combinación entre naranjas, rosados y morado. Desde que estaba ahí no me había permitido ver un atardecer, y mucho menos las estrellas, pero en esa ocasión se sintió como una señal de que aún no todo estaba perdido, de que mis planes de ser feliz y darle una vida tranquila a mi familia aún no estaban acabados.

Observé el cielo por unos minutos más, luego me permití cerrar los ojos y tomar una fuerte inhalada de aire, y al soltarlo me di cuenta de que durante mi corta estadía en ese lugar no había visto ni escuchado ni a un solo animal. Mi mente empezó a unir diferentes escenas, pero unos pasos firmes detuvieron mis pensamientos.

—Ambrose Dash —dijo una voz masculina, algo cansada. Me giré y tenía al mismísimo August Finnes a menos de un metro de distancia.

—Señor Finnes —saludé con un asentimiento de cabeza.

Éste se acercó al barandal, apoyando ambos codos en él.

—Ambrose, tengo puestas expectativas bastante altas en ti —me hizo saber —, así que es más fácil para ti decepcionarme, y sabes lo que pasa con las chicas que me decepcionan, ¿no?

Me limité a asentir, desviando mi mirada de él. Nunca me había sentido tan intimidada por alguien, y eso que August Finnes no había sido el primer sanguinario con el que me había topado.

—Necesito que lo digas, para saber que realmente lo tienes claro —sentenció.

Yo me giré hacia él, para encararlo, August copió mi gesto.

—Tortura y asesina a sangre fría a las personas que lo decepcionan —Tomé una pequeña pausa —, y a sus familiares. Lo tengo claro, señor August Finnes.

—Dime sólo August, así ya suena lo suficientemente autoritario —Sonrió con arrogancia y un toque de superioridad —. Y me alegra saber que tengas las cosas claras. Nos veremos en otra ocasión, señorita Ambrose.

Giró sobre sí y se fue, dejándome con la boca seca y el sudor frío.

Luego de unos minutos salí de aquel balcón para caminar hasta mi habitación. Bajé dos tramos de aquellas pulidas escaleras, y por primera vez pensé en lo sucio que era todo aquello, pues mientras los Finnes podían verse en el piso de este glamuroso edificio, algunos ciudadanos en Calem no tenían un techo bajo el que pasar las tormentas. Aquellos hombres, que decían que querían lo mejor para el pueblo de Calem y que los comprendían mejor que otro gobernante, pero jamás habían pasado una noche en las calles temblando de frío, sin mencionar que nos usaban como ratones de laboratorio.

Seguí bajando, ahora con más lentitud. Aun no me ajustaba a mi realidad, todavía tenía la esperanza de volver a mi vida anterior, la cual era fatídica; la cual estuvo llena de agresión y muerte, pero podía controlar parte de ella. Aquí no tenía el control sobre nada, no conocía nada, y tampoco se me ocurría una forma de hacer cambiar aquello.

Al llegar al pasillo de las habitaciones un pequeño jadeo me llamó la atención. Trataba de llegar hasta la persona que los producía, pero el pasillo estaba completamente solo. Y ahí fui consciente de que algo no estaba bien, pues siempre había custodios en las puertas de las habitaciones.

Avancé lentamente, observando cada rincón. La desesperación hubiese empezado a controlar mi mente de no ser por la silueta que apareció justo en frente.

Captian.

Estaba saliendo de la habitación de Kristen, pero no había nada diferente en él. Su cabello estaba impecable, su traje no tenía ni una sola arruga, y su expresión era seria e intimidante, como siempre. Tenía un teléfono en su mano derecha, observaba la pantalla con gran atención.

Mi cuerpo y mente se paralizaron al tenerlo a sólo unos pasos de distancia.

—Ambrose —dijo para luego levantar la mirada de la pantalla —. ¿Puedo ayudarte en algo?

Negué con la cabeza y avancé hasta mi habitación.

—Ya tus cosas fueron recogidas —avisó a mi espalda —. Jane finalizó su trabajo junto a otras empleadas hace unos minutos. Puedes ir al salón de descanso, allá están las demás chicas.

Tras decir eso el sonido de sus pasos, cada vez más alejados me indicó que se estaba yendo.

Tomé aire, no sé porque me había afectado tanto ver a Captian, aunque pensaba que la verdadera razón de mi descontrol fue verlo salir de la habitación de una de Las Cinco mientras el pasillo estaba desierto y las habitaciones vacías.

Pasé unos segundos frente a la puerta de mi antigua habitación, tratando de quitarme la horrible sensación que se había instalado en mí.

Luego me giré y bajé hasta el salón de descanso. Ahí estaban las chicas, excepto Danna, claro. Mara fue la primera en acercarse.

—Te estaba buscando —comentó susurrante —, ¿dónde habías estado?

—Yo... eh —Observé a Captian al otro lado del salón —. Encontré un balcón en uno de los pisos superiores, y me quedé allí. Creo que no fui consciente del paso de los minutos.

—Ya veo —dijo con incredulidad —. Fui a ver a Danna.

Su última declaración me llamó la atención. Me giré completamente hacia ella y la observé, expectante.

—¿Cómo está ella?

Mara miró a su izquierda con dirección hacia donde estaban las demás capturadas y Captian. Al realizar su evaluación del lugar me miró con preocupación.

—Ella está muriendo, Ambrose.

La CapturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora