23. Temibles

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Ambrose Dash

Mientras bajaba las escaleras recordé la primera vez que estuvimos ahí, éramos doce chicas atemorizadas, pero no tan dañadas como ahora.

Danna estaba viva, Clarisse seguía con nosotras, y Amy podía hablar...

Cuando pensaba en eso no podía evitar que una sensación desagradable se instalara en mi estómago. Habíamos aguantado demasiado, y el que dijera que no, estaba enfermo.

Seguí bajando y empecé a ver las luces, con todas esas camillas y los espejos, dándole un aspecto macabro al lugar. A la primera que localicé fue a la doctora Martin, estaba de espaldas, muy concentrada en la pantalla táctil de un monitor junto a una de las camillas.

Al instante en el que pisé el resplandeciente piso la doctora Martin se giró hacia mí, dejándome ver a Cina.

Mis ojos se cristalizaron, no pude evitarlo. Me acerqué rápidamente y al llegar me incliné sobre ella; acaricié su cabello dorado y repasé con mi dedo su recta y pequeña nariz. Aquella chica era la más hermosa que había visto jamás, y casualmente se parecía bastante a mí, sólo que su rostro era un poco más redondo que el mío.

Me sequé el rostro y me dediqué a detallarla, lucía mucho más madura, y eso me destrozó; me estaba perdiendo sus cambios, su evolución, esa etapa en la que se suponía que yo iba a ser su mejor amiga, su mejor consejera.

—Cina —susurré observando sus ojos cerrados, parecía bastante serena, lucía perfecta, pero yo seguí con mi inspección, tratando de encontrar tan sólo un rasguño para así poder golpear a Captian con razones.

Llevaba un vestido suelto y floreado, como los que yo solía usar. En su mano derecha llevaba un delgado hilo rojo, simulando ser una pulsera; reí al ver eso y se me escapó una lágrima. Seguí bajando mi mirada y encontré un morado en el interior de su muslo derecho. Mi cuerpo reaccionó al instante; sentí como mis orejas se calentaban. Luego encontré una herida cerca de uno de sus tobillos, en la misma pierna donde tenía el morado. Pero estuve segura de que aquello era una aberración al ver en la parte interna de su muslo... en un punto bastante alto había algo más que moretones y raspaduras, tenía manos marcadas y pequeños puntos rojos esparcidos por las marcas.

Ya había sido suficiente.

—Tiene las defensas bajas, parece estar sufriendo de anemia, la medicaremos y esperemos que mejore antes de su cumpleaños —anunció la doctora Martin una vez que yo me giré hacia ella —. Su dentadura no es la mejor, conseguiré que un odontólogo la revise y pude notar que está en medio de un desorden hormonal, me ocuparé de todo. No se preocupe, señorita Ambrose.

El tono que había usado al hablarme era bastante similar al que usaba con Aiden o con Captian. Opté por esconder mi desconcierto tras mi molestia.

—Bien, iré a hablar con Captian —avisé y la mujer no soltó una palabra más.

Me dirigí a las escaleras, y al alzar la mirada me encontré con el pelinegro.

Mi autocontrol amenazó con desaparecer mientras subía los escalones, tratando de aproximarme lo más rápido a él.

—Ambrose...

—¿Por qué mierda Cina está tan lastimada? —pregunté en un siseo, evitando los ojos del chico —. Me dijeron que la traerían en perfecto estado. Son unos putos mentirosos. ¡Tiene marcadas unas asquerosas manos en sus muslos, Captian!

Captian me miró unos segundos, como si estuviese analizándome.

—Venía a hablar de eso —escupió con ese tono severo y con esos aires de superioridad que usaba con nosotras durante los entrenamientos —, tuvimos algunos inconvenientes con los guardias que fueron en busca de Cina. A ellos les habíamos dado una segunda oportunidad, pues a ti también te trajeron con heridas.

Abrí un poco más mis ojos, pero sin alejarme mucho de esa expresión desafiante de antes.

—¿Me estás diciendo que fallaron una vez y no les hicieron nada, mientras que Amy sólo decía la verdad y la sometieron a un acto aborrecible? —pregunté para luego soltar una risa incrédula —. ¿Acaso no son los temibles Finnes, los que castigan sin escrúpulos?

Por primera vez me atreví a verlo a los ojos, lo cual me produjo esa extraña y aterradora sensación, pero mostrarme insegura no era una opción.

Justo cuando creía tener el control sobre la situación, Captian me empujó hacia la pared, impactando su mano libre en mi abdomen y manteniéndola ahí una vez que yo ya parecía papel tapiz.

—No voy a permitir que me hables así —dijo entre dientes, muy cerca de mi rostro, permitiéndome ver que sus cejas estaban mucho más juntas de lo que normalmente lo estarían y su mandíbula tensa, con una vena en su cuello a punto de estallar —. Tu altanería y desacato te saldrán caros, ya verás.

—¿Me cortarán la lengua? —desafié con una sonrisa amarga en mis labios.

—No creo que me conforme con eso —comentó al tiempo que se alejaba y me daba un repaso —. Aiden matará al hombre responsable de que los Magno te atacaran hoy.

El chico parecía estar tratando de hallar de nuevo el control sobre sí. La última frase me descolocó.

—¿Fue intencional? —Me limité a preguntar, mientras me despegaba de la pared. Éste asintió y mi cuerpo amenazó con atacarme nuevamente con arcadas.

Tuve que cerrar los ojos y respirar profundo.

—¿Por qué lo hizo? —logré preguntar.

—Quiere poder —dijo con simpleza.

Volteé hacia donde se encontraba Cina, con la doctora Martin, la última mencionada nos veía con curiosidad hasta que notó que ambos la estábamos viendo.

—¿Y por qué lo hará Aiden? ¿Por qué no el señor August, o tú? —quise saber, con la esperanza de que Captian pudiese iluminarme.

—Porque él fue el que lo descubrió, se enfureció y le pidió su vida a mi tío —aclaró buscando mi mirada, pero lo cierto era que ya lo había visto a los ojos por el tiempo suficiente como para sentirme débil, sin mencionar el hecho de que hablábamos de que uno de sus hombres había trabajado en un atentado contra mí —. El punto es que a los guardias que maltrataron a Cina los espera el mismo destino, y mi tío quiere que tú te encargues de uno en específico.

—¿Hablas de... matarlo? —Mi voz tembló como no lo había hecho antes.

—Así es, no...

—Ambrose —llamó esa voz delicada y algo aguda.

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