Ambrose Dash
Habían pasado dos meses desde que Aiden había visto en las pantallas de la base militar las estadísticas de muerte.
Lyme no había dejado de ser un problema para el mayor de los Finnes en estos dos meses. Las medidas ahora eran más extremistas y el número de muertes había aumentado de manera exorbitante.
446 MUERTES
Eso reflejaron las pantallas al finalizar el mes pasado.
995 MUERTES EN TODO LYME
Eso reflejó una pantalla en el Círculo Dorado hace una semana. A los habitantes del estado no les quedó más que rendirse luego de perder a 1.441 personas en aquella guerra.
El censo que había hecho el Gobierno de Calem a principios de año en Lyme reflejaba que el estado contaba con 2.700.310, dejando un total de 2.698.869 luego de aquella masacre.
O al menos eso era lo que se creía, ya que August Finnes no se interesó mucho en los números de personas muertas o heridas, él se interesó en todo lo que había ganado al lograr tener dicho territorio a su disposición.
Estaba parada frente a esa gran pantalla que había sido ubicada en el comedor. Aquel que visité cuando llevaba unas pocas horas aquí. En ese donde noté por primera vez a Danna y a Mara.
Las pantallas sólo transmitían al horroroso rostro de August paseando en los autos de la armada de Lenos por las destrozadas calles de Lyme, saludando como si él no fuera la razón de tanta muerte y desgracia.
Lágrimas se deslizaron por mis mejillas al ver a niños con los pies descalzos jugar cerca de los autos, y que madres desesperadas fueran a tomarlos de la mano para alejarlos, temerosas.
Todo lo que tocaba esa bandera de negro y dorado causaba terror.
Y yo ahora era parte de esa bandera.
—Dash —me llamó esa aguda voz. Era Kristen, ya no tenía que usar ningún tipo de protección en su brazo. Llevaba un vestido floreado, bastante suelto —. ¿Qué haces aquí? Esa pantalla te va a enfermar.
Me sequé las lágrimas y me giré hacia ella.
—Ya estoy enferma, Kris —musité, dejando que ella me rodeara los hombros con uno de sus brazos —. Todo esto me sobrepasa.
Hubo unos segundos de silencio, donde ambas nos habíamos limitado a ver las horribles escenas de aquella pantalla.
—¿Cómo está Mara? —pregunté, alejándome de la pelinegra para poder observarla.
Kristen era la persona más fácil de leer, y cuando desvió la mirada tan rápidamente supe que no podía haber nada bueno en la respuesta.
—¿Cómo está Mara? —insistí.
—El Doctor dijo que su condición no tiene cura, tendrá episodios cada vez que pueda tenerlos —musitó, evitando mi mirada —, dice que se sometió a una depresión bastante grande, y que por su forma de ser no se permitió a sí misma expresar ni una vez lo que sentía. Eso no hizo más que empeorar las cosas.
Negué repetidas veces, al tiempo que retrocedía.
No podía creer que habíamos perdido casi con totalidad a Mara. Creía que esa condición era aún más cruel que cualquier otra, pues la teníamos a medias.
—¿En qué momento pasó esto? —pregunté, detallando la expresión de Kristen, la cual pasó de demostrar dolor a demostrar incredulidad.
—Ambrose de verdad has estado tan perdida en lo que hacen los Finnes que perdiste nuestro paso —soltó, pestañeando varias veces, como tratando de creer la situación —. Mara se perdió a sí misma cuando Eliz murió.
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La Captura
Ciencia FicciónAnualmente son capturadas doce jóvenes de todas las partes del país. Serán sometidas a pruebas para transformarlas en fenómenos con habilidades que ayudarán en una guerra eterna. Este año será diferente, pues una de ellas tendrá la oportunidad de ca...