Ambrose Dash
Un pitido constante me despertó, entonces me di cuenta de que, sobre mí ya no estaba ese cristal que me encerraba en aquella máquina. Traté de incorporarme como normalmente lo haría, pero un mareo insoportable me lo impidió, así que estuve varios minutos en esa misma posición, esperando que mi cuerpo asimilara que ya el suministro había acabado, y que tenía que seguir.
Respiré hondo y cerré los ojos.
Mientras había estado "dormida", recuerdos de mi familia vinieron a mi mente, y se sintieron tan reales que cuando desperté me di cuenta de que, aun estando inconsciente, no quería despertar y alejarme de lo único que me quedaba de ellos.
Cuando abrí los ojos de nuevo, una mirada azul me estaba escrudiñando.
—Lo siento —se disculpó Aiden con semblante serio —, sólo quería asegurarme de que estuvieras bien.
Me senté y en seguida un dolor pulsátil se instaló en el lado derecho de mi cabeza. Lo que me llevó a entrecerrar los ojos y poner una de mis manos en mi frente.
—¡Mierda! —solté, debido a que el dolor persistía —. Mientras esté aquí no podré estar bien.
Sentí su mano apoyarse en mi hombro.
—Tardará unos minutos en pasar —informó antes de alejarse y salir finalmente.
.
Sentí ese insoportable dolor por el resto de la tarde, por lo que no me permitieron salir de aquella habitación. La doctora Martin estuvo conmigo todo el rato, asegurándose de que mi situación no empeorara, lo que sí sucedió, pues sufrí nauseas, sensibilidad en la vista y no era capaz de ponerme de pie.
Al parecer mi situación no pintaba muy bien, ya que Aiden estuvo todo el tiempo haciéndole preguntas por llamada telefónica, que no era capaz de escuchar, a la doctora; esta le respondía inexpresiva, pero sabía que no era bueno.
—Muy bien, Ambrose —dijo ésta a la vez que se giraba a mí con una píldora —, tomarás esto, lo que hará será dormirte para que no sufras los síntomas que te ha dejado el tratamiento.
Puso la dicha pastilla en la palma de mi mano luego de que yo se la tendiera. Me sentía tan mal que no me importaba si aquel circulito morado me mataba, sólo necesitaba dejar de sentir.
—Dormirás por ocho horas —avisó, ya ocupándose de recoger sus cosas —. Y quédate tranquila, este malestar sólo es porque tu cuerpo está asimilando el tratamiento, está adaptándose a los cambios que éste hace en él.
Asentí y estuve a punto de llevarme la píldora a la boca cuando la escuché.
—¡Quiero verla, Captian! —gritaba histéricamente.
Deduje que estaba al otro lado del cristal, pues no podía verla, pero se escuchaba bastante cerca.
—No puedes, Kris, necesita descansar, el tratamiento no le ha sentado tan bien como a ti —habló él, tratando de tranquilizarla.
Mi corazón se aceleró. Estaba ahí, sólo a unos pasos... tras el cristal.
Traté de ponerme de pie, pero los mareos eran bastante fuertes, así que caí al suelo de una manera bastante agresiva.
—¡Señorita Ambrose! —Se escandalizó la doctora ayudándome a volver a la máquina —. Necesita guardar reposo. Tómese la pastilla.
—¡Baja el cristal, Captian! —gritó Kristen como nunca antes había gritado.
Hubo unos segundos de silencio, luego el vidrio bajó con lentitud, dejándome ver a la escandalosa pelinegra, sus pestañas lucían más largas y sus ojos, los que anteriormente eran casi negros ahora lucían café.

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La Captura
Science FictionAnualmente son capturadas doce jóvenes de todas las partes del país. Serán sometidas a pruebas para transformarlas en fenómenos con habilidades que ayudarán en una guerra eterna. Este año será diferente, pues una de ellas tendrá la oportunidad de ca...