22 - Depende

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Aunque la luz del sol empieza a entrar en la habitación, no es eso lo que despierta a Aitana de su sueño. Solo hace unas horas que entro, por fin, en la cama y escuchando la respiración de Bruno pudo dormirse. Es el mismo que con caricias en su cara ahora la hace volver a abrir los ojos. El niño la observa con atención mientras mueve sus deditos por su rostro y esboza una sonrisa ilusionada cuando ve que se empieza a despertar, no hace mucho tiempo que está despierto pero ya empezaba a impacientarse.

- Aiti, ¿cuándo vendrá papi? - la chica se frota los ojos y con alguna dificultad consigue ver las agujas del reloj. No sabe a qué hora vendrá Luis porque en ningún momento se lo aclaró, pero supone que no tardará mucho siendo ya casi las diez de la mañana.

- Creo que cuando estemos vestidos y desayunados ya estará aquí. - contesta volviendo a fijar la mirada en él y acariciando los rizos que están despeinados debido a todas las vueltas que Bruno ha hecho durante la noche.

- Aiti...

- Dime Brunito, ¿qué ocurre? - le incita ella a que pregunte sin cesar sus caricias al ver que el niño esconde la cabeza entre sus brazos.

- ¿Papi y tú sois novios?

- ¿Qué? ¡No, no! - responde sobresaltada por como de directo lo ha preguntado Bruno y sin que ella se lo esperase.

- Pero Luna dijo que sí...

- Ya... pero se confundió. Papi y yo solo somos amigos, como Luna y tú. ¿A que sí?

- Si, ¡Luna es mi mejor amiga! - responde contento olvidándose de las preguntas que se fueron formando a raíz de las palabras que dijo su amiga hace unos días. - Tengo hambre, Aiti.

- ¡Vamos a desayunar, corre! - y cuando Bruno atraviesa la puerta de la habitación desapareciendo por el pasillo, ella se permite coger aire y sacar toda la tensión que por un momento se ha instalado en sus hombros.

Pronto los dos están sentados delante de la televisión con los dibujos animados ya encendidos. Es consciente de la mala mirada que recibiría por parte de Luis si este entrara ahora mismo por la puerta de su casa, pero no ha podido evitar la mirada suplicante de Bruno pidiéndole que vieran juntos y mientras comían esta serie que tanto le gusta, ni tampoco ha podido rechazar la misma mirada cuando le ha pedido un bombón para acompañar a la magdalena que está a punto de desaparecer. Y es que un día es un día, y ella está aquí para mimar a este pequeño que le tiene el corazón robado. Y el que no sabe ella es que todo depende, de según como se mire, todo depende, porque la mirada de Luis solo sería de ternura al observar la imagen que tendría ante sí.

El desayuno se alarga más de lo previsto teniendo en cuenta que los dos se han quedado absorbidos por la pantalla y la música que de esta salía. Es el mensaje de Luis diciendo que ya sale de casa lo que alerta a la mayor de los dos, que también se da cuenta de que se ha sumado una vuelta al reloj desde el momento que se han levantado de la cama. Así que empieza una carrera contra los minutos y segundos para estar los dos presentables antes de que el padre del niño llegue a buscarlo, aunque si los viera en pijama no sería por primera vez. La música resuena por toda la casa a petición de Bruno que solo ha aceptado salir de delante de la televisión si Aitana le dejaba poner una canción en su móvil, y ella que suele empezar el día siempre así no ha puesto ningún impedimento. Después de que el pequeño se cepille los dientes, la mayor le ayuda a ponerse la ropa que su padre le puso en la mochila. Ahora ve que el gusto que tiene Luis por la ropa no ha cambiado mucho, de hecho se mantiene intacto como hace unos años, y piensa en la suerte de que Bruno vaya bastante combinado la mayoría de días. Pero según se mire todo depende, porque Luis no ha cambiado su amor por las camisetas básicas y los pantalones agujereados, pero con el paso del tiempo el vino se hace más bueno y por muy básica que sea la camiseta o muy desgastadas las botas esto continúa resaltando.

Media vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora