27 - Tu guardián

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Hoy es un día especial para muchas familias, aunque indique el final del verano, o al menos de las vacaciones. Los docentes llevan días preparando la vuelta a la escuela y esperan ilusionados llenar las aulas de niños y niñas con quienes compartir experiencias y aprender. Miles de niños fueron a dormir anoche con muchas ganas de reencontrarse con sus amigos y vivir nuevas aventuras con ellos recordando lo que han hecho en las últimas semanas.

En el piso de los Cepeda, sin embargo, parece que Bruno no quiera levantarse de la cama, ni siquiera abrir los ojos. Luis hace más de cinco minutos que observa a su hijo que ocupa buena parte de su colchón desde que abandonó el suyo pasada la medianoche. El más grande se despertó con un sonido extraño que a medida que fue prestando más atención descubrió que era el llanto de Bruno. Con ello no tardó ni dos segundos en levantarse de la cama y correr para comprobar que ocurría.

- ¿Bruno? Eh, Brunito... ¿qué ocurre? - le preguntó con voz dulce cuando lo vio sentado encima del pequeño colchón y colocándose a su lado.

- No te vayas, papi. - el niño se abrazó rápidamente a él diciendo entre sollozos aquellas palabras.

- No me voy. Papi siempre está aquí, Bruno. Cuéntame qué ha pasado.

- No te vayas. - Luis notó como su hijo se aferraba más a él y lo levantó para sentarlo encima de sus piernas.

- ¿Tienes miedo? ¿Cómo el monstruo de colores cuando se siente pequeño y piensa que no puede conseguir lo que quiere hacer? - Bruno asintió ante las palabras de su padre y de la referencia de aquel libro que han leído tantas veces y que le ha servido para aprender las emociones. Las lágrimas continuaban cayendo por sus mejillas mojando la piel de Luis. - ¿Y me puedes decir qué te da miedo? ¿La oscuridad? - le preguntó acariciando su cara e intentando encontrar cuál era la causa de todo aquello.

- No papi, con la lucecita que pusimos el medo no viene. - Bruno señaló aquella estrella que iluminaba la habitación.

- ¿Y entonces, qué pasa Brunito?

- No cuero ir al cole, papi... - el niño se escondió en el pecho de su padre cuando le confesó lo que le no le dejaba dormir.

- Pero verás a Luna, ¿no tienes ganas? - Bruno levantó la cabeza rápidamente cuando escuchó el nombre de su amiga y sonrió.

- Tengo muchas ganas de jugar con Luna, pero podemos ir al paque con ella o hacer otra fieta de pijamas. Al cole no.

- ¿Pero por qué no, Bruno? Si te lo pasas muy bien en la escuela con los otros niños y niñas y con María.

- Poque tú no estás, papi. Y yo cuero quedame contigo. - respondió con un tono serio y Luis sintió como su corazón se le rompía en pedazos.

- Pero Bruno, yo tengo que trabajar... -suspiró - Has estado sin mí estos días y no has tenido miedo, cariño. - dijo acariciándole los rizos.

- Había Aiti, y ahora no está. - respondió bajando la cabeza recordando que hace más de dos semanas que no ve a la catalana y que ella tampoco estará en su clase.

- Mi vida... - Luis abrazó fuerte a su hijo maldiciéndose a él mismo al ver que sus acciones están haciendo sufrir a Bruno. - Aitana ha estado trabajando, pero buscaré la manera para que puedas ir a jugar con ella, ¿vale? - Bruno asintió lentamente ante sus palabras, ilusionado. - Y tú y yo haremos muchas cosas cuando te venga a buscar a la escuela y así no nos echaremos tanto de menos.

- Vale, papi. Te cuero. - Bruno le dio un beso en la mejilla después de decir estas palabras a su padre y hacer que el corazón del mayor se llenara de amor y ternura.

Media vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora