31 - Puntos suspensivos

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Luis respira tranquilo cuando ve que Bruno abraza a María antes de dirigirse hacia Luna que lo espera en un rincón de la clase acompañada de una niña que lleva dos trencillas y un niño que aún está medio dormido. María le guiño el ojo y devolviéndole el gesto abandona el pasillo dispuesto a enfrentarse a las dos largas horas en coche que tiene de camino hasta llegar al teatro donde canta esta noche y empezar con los preparativos.

Por fin es viernes y no podía tener más ganas de unos días de descanso de la rutina, aunque él tenga que trabajar y que esta semana haya sido más corta gracias al puente de mitades de octubre que él y María han aprovechado para viajar. Durante la última semana han sido muchos los momentos que han pasado los tres juntos, pero parece que su hijo no acaba de acostumbrarse a la presencia de María fuera de la escuela. Quizás han ido demasiado rápido y ha sido demasiado para Bruno, pero tenía en mente que la chica formara parte de su vida lo antes posible y por ello los ratos con ella han incrementado durante las últimas horas de su cotidianidad.


12 de octubre. Lunes por la noche. (Vuelta de Roma)

No era muy tarde cuando llegaron a Madrid, al día siguiente los dos trabajaban y Luis quería poner a dormir a Bruno y pasar un rato con él antes de volver a empezar con la rutina. Ambos notaban el cansancio de aquel viaje exprés que acababan de hacer y el chico se apropió del volante del automóvil haciendo que María fuera la copiloto de su propio coche. El viaje hasta la casa de los Cepeda se hizo más largo de lo esperado debido a los atascos que había en la ciudad con el fin de este puente de tres días. Luis no paró en doble fila frente a su casa como su acompañante se esperaba, sino que entró el coche en el parking y no fue hasta que sacó ambas maletas que le explicó el motivo.

- Empezamos ahora. Vamos a pasar más tiempo los tres juntos. Quédate a cenar, y dormir. - María sonrió ante la iniciativa del chico, llena de ilusión, y no pudo evitar acercarse a él y darle un beso.

- Luis, mañana trabajo.

- Y yo tengo que llevar a Bruno a la escuela. Mira, casualmente en las mismas coordenadas donde tienes que ir tú. - estas palabras les hicieron reír a los dos.

- Mira que eres burro. No tengo nada para ponerme aquí, no sé si es lo más adecuado...

- Tienes toda una maleta, pero sé que necesitas coger cosas que no tienes aquí. Quédate a dormir, mañana por la mañana nos despertamos antes y pasas por casa.

- No sé si me compensa... - dijo pensativa.

- ¿No te compensa despertarte un poco antes, pero pasar la noche conmigo?

- Vamos.


Bruno les abrió la puerta unos segundos después de escuchar el timbre y saltó a los brazos de su padre sin ni siquiera dejarle tiempo a él para asimilar que estaba en casa.

- Lleva diez minutos esperándote tras la puerta... ¡Uy! Hola, María. - saludó Miriam en reconocer a la chica que se había quedado apartada tras Luis. Pablo apareció segundos después y ayudó a su cuñado a entrar las maletas mientras este sostenía a su hijo que no tenía intención de separarse. Bruno solo aceptó hacerlo cuando sus titos anunciaron que se iban y los acompañó hasta la puerta junto con Luis.

- Brunito, María se queda a cenar, ¿vale? - comentó Luis cuando volvían a estar los tres en el comedor y el más pequeño estaba dispuesto a volver a reclamar los brazos de su padre, este miró a su maestra de reojo y continuó con su petición.

- Papi, bazos.

- Voy a ducharme, quédate un rato con María, cariño.

- ¡No! ¡No te vayas!

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