48 - Día de lluvia

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Llevan casi una hora sacando y ordenando todo lo que llevan en la maleta. El armario de la habitación principal de la casa ya está lleno con la ropa de Luis y Aitana, y la contigua a esta tiene las pertenencias del más pequeño. La habitación que utilizará Bruno estos días es la que su padre y su tía utilizaban cuando ellos venían cuando eran niños, por tanto está equipada con dos camas individuales y todavía guardan baúles de juguetes que los adultos utilizaron durante su infancia.

Bruno no tarda en investigar su nueva habitación y descubrir los tesoros que allí le esperan. Así que deja a Pipo con mucha cautela sobre la cama y baja las escaleras para instalarse en la sala y jugar con unos pequeños coches que parecen bastante usados y desgastados mientras los dos adultos guardan los alimentos que han llevado en la nevera y la pequeña despensa.

- Podríamos salir a dar un paseo cuando lo hayamos guardado todo. - propone Aitana a Luis empezando a vaciar la última bolsa. - E ir por ese caminito de cuento que pasaba por la orilla del río. – comenta rememorando esas tardes de paseos junto a Luis.

- Me parece perfecto, cariño. - acepta Luis sonriendo y cogiendo una caja que le pasa la chica - ¿Esto va a la nevera o fuera?

- En el súper lo tenían en la zona de refrigerados. - le contesta plegando ya la bolsa y guardándola en un rincón con las demás.

Ambos cruzan el arco que da a la sala donde Bruno está jugando después de que el chico haya cerrado la nevera.

- ¡Ay, nené! ¡Estos eran mis coches! - expresa sentándose a su lado y cogiendo uno.

- ¿Compates conmigo, papi?

- Claro, mi vida. - dice sonriéndole.

- Gachias. Papi, debes cuidar mejor tus juguetes. Están casi rotos. – manifesta con una mueca seria en su cara y recriminándole a su padre el estado de los objetos con el dedo. Aitana les mira apoyada en el sofá y se sostiene la risa ante las palabras del niño.

- Hijo, tienen muchos años. Es normal que estén así, son viejecitos ya, debes cuidarlos mucho si quieres jugar con ellos.

- Yo los cuido mucho, ves. - le muestra haciendo correr el cochecito por encima de la pierna cruzada de Luis. Él y Aitana se ríen mirándose al niño que con la boca imita el ruido del automóvil.

Aitana recorre con la vista el espacio a su alrededor. Lo recuerda de cuándo venían algunos fines de semana con Luis. Recuerda aquellas noches eternas de guitarra frente a la chimenea, los días lluviosos escondiéndose del frío y las tardes de siesta en el sofá. Utilizaban los pocos fines de semana libres para escaparse a este pedacito de mundo. Y aunque muchas veces se tuvieran que pasar las horas entre libros y apuntes, compartir el rato juntos les hacía sentir en plena libertad y armonía. Solo ellos dos.

Dejando a los Cepeda jugando, sin saber cuál de los dos es el adulto ahora mismo, se gira hacia la ventana y mira con detalle el porche delante de la casa. Cerrando los ojos puede ver claramente la silueta de Luis, cuando por la noche se despertaba y salía a tomar el aire helado. O cuando se despertaba demasiado pronto y salía a saborear la brisa de las primeras horas de la mañana. Ella, cuando notaba el otro lado de la cama vacía y helada, se levantaba y salía a buscarlo. Lo abrazaba por la espalda sin decir nada y esperaba con tranquilidad a que Luis le cogiera las manos que ella reposaba sobre su vientre. Segundos después Luis se volvía hacia ella, se dejaba secar las lágrimas de sus ojos y le agradecía con un corto beso antes de abrazarla. Aitana todavía puede sentir el aire golpeando su piel, el olor de humedad embriagándola en cada inhalación y las lágrimas saladas en los labios del gallego.

Desconecta de sus pensamientos pasados ​​cuando siente unas manos alrededor de su cintura y el olor de Luis que le atrapa. El calor del cuerpo del chico la hace sentir segura y se permite apoyar la cabeza sobre su pecho. Es entonces cuando se da cuenta de que el cielo se ha tapado y las nubes de color gris oscuro no dejan pasar los rayos de sol que antes iluminaban el día. Pequeñas gotas de agua empiezan a mojar la calle.

Media vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora