58 - Mi lugar favorito

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Luis suspira aliviado al ser consciente de que es la primera vez que Bruno se pone enfermo y no tiene que hacer malabares para dejarle con alguien mientras él se va a trabajar. Por suerte, su hijo nunca ha sido un niño que se encuentre mal de forma habitual, y, salvo algún resfriado o dolor de estómago que han ido atravesando sin problemas ni complicaciones, no han sufrido nada más desde que Aitana está a su lado.

La tranquilidad de que la chica se haya podido quedar en casa se nota en sus músculos, que después de una noche donde apenas ha dormido, llevándole a la mente algunas madrugadas antes de que Bruno cumpliera los dos años de vida, hacía horas que estaban contraídos. Así que, incluso el gran atasco que hay a primera hora por las calles de Madrid se lo toma en calma.

Por otra parte, Aitana aprovecha para tomarse una infusión relajante mientras Bruno acaba de volver a conciliar el sueño. Anoche, un mensaje fue suficiente para tomar el permiso para estarse hoy en casa y repartir entre los otros empleados toda la tarea que en ella recaía. Y una llamada hoy a primera hora ha avisado al centro y a María de que el niño no asistiría a causa de su estado de salud.

La ropa que espera dentro de la lavadora para ser tendida, después del fin de semana fuera de casa, la llama durante la media hora que se concede para el desayuno. Pero, como si de una campana se tratara, un grito la salva.

- ¡Mami! – repite Bruno lo más fuerte que puede.

- ¿Qué pasa, mi amor? – le pregunta ya dentro de la habitación y levantando mínimamente la persiana de esta para que entre un poco de luz y puedan verse.

- No cuero domir más.

- Pero si has dormido muy poquito, cariño. – rebate Aitana contabilizando las pocas horas que el niño ha descansado en total. Sin embargo, sabe que forzándolo no conseguirá nada y no tarda en cogerlo en brazos y llevarlo al salón.

Un poco de pan con tomate y jamón dulce es lo que le ofrece la catalana, aunque queda apartado a medio comer cuando los dos se ponen a hacer construcciones con las piezas de madera sobre la alfombra de la sala.

- Ahora vuelvo, Brunito. – avisa la chica levantándose cuando su móvil comienza a sonar – Hola, Luisín. – contesta con una sonrisa viendo quién es el que llama.

- Amor, ¿cómo estáis? ¿Cómo está Bruno? – cuestiona él aprovechando una pequeña pausa entre entrevistas.

- No ha dormido demasiado... pero ha comido un poco y ahora estábamos jugando. – le explica – Le he puesto el termómetro hace un rato y no tenía tanta fiebre, la medicina ha hecho un poco de efecto.

- Mejor, a ver cómo evoluciona. Por la tarde quizás tendríamos que llevarlo a urgencias... – comenta con tono preocupado lo que ayer ya señaló.

- Luis, está bien. Pero si te quedas más tranquilo puedo pedirle hora a la pediatra para mañana. – propone ella – Los niños suelen ponerse enfermos cada dos por tres, pero tengo que confesar que yo también estaré más segura sabiendo que no es nada grave. – acaba reconociendo que hasta ahora ella ha mantenido la serenidad por él, pero que ver a su niño apagado no deja de dolerle.

- Cuando vuelva a casa hablamos de esto. ¿Vale, peque? – pide al sentirla pequeña y con necesidad de poner el tema sobre la mesa.

- Sí. ¿Quieres hablar con Bruno? – pregunta realmente sin esperar respuesta, ya que repite el nombre del niño para que este se acerque a ella. El más pequeño no tarda en subirse al sofá para situarse en el regazo de Aitana y quedarse en un lugar que él cree privilegiado para hablar con su padre. Se miran mientras Aitana acerca el móvil a su oreja y con la mano que le sobra acaricia esos rizos que le tapan el rostro.

Media vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora