59 - Cómo están las cosas

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Agradece que hoy hagan fiesta y que el despertador suene un par de horas más tarde de lo que normalmente suele hacerlo. Solo con el primer sonido, Luis alarga el brazo y lo detiene para evitar despertar a Aitana, que sigue durmiendo tranquilamente. Después de hacer una pequeña parada en el baño, se acerca a la habitación de Bruno donde, a pesar de ser las nueve de la mañana, sigue durmiendo. Sin perder mucho más tiempo, aunque sabe que tiene de sobras, y ​​después de tapar bien al niño, se dirige a la cocina donde se hace un café y sale al balcón para observar el ritmo frenético que lleva la ciudad en esta hora de la mañana. Y también piensa en aprovechar el fresco de primera hora para reflexionar cómo están las cosas, los proyectos futuros y el día en casa, que con tanta prisa que lleva la vida, se olvida fácil de parar a mirar.

Es un viernes normal y por eso no se le hace extraño ver el movimiento en la cafetería de enfrente, un padre que corre con su hija porque deben llegar tarde a la escuela o un par de mujeres que entran a las oficinas que hay en frente donde se establece el despacho de abogacía en la primera planta.

Pero para él, y para su familia, es un viernes fuera de lo normal. Bruno no ha ido a la escuela, Aitana no irá a la asociación y él no se encerrará en el estudio ni en ningún plató de televisión. Esta noche tiene concierto en Valencia y ese es el motivo que les ha llevado a detener lo que suele ser su viernes normal. De este modo, pueden irse tranquilamente hacia la capital valenciana para llegar con tiempo a la hora acordada para los ensayos y los encuentros antes de empezar con sus seguidores. Y así tampoco deja a Aitana y a Bruno aquí durante el fin de semana, teniendo otro concierto mañana en Murcia, y sabiendo que la catalana todavía no está del todo recuperada, aunque ya haga una semana desde que empezó con la fiebre y el malestar.

Justo pensando en ella, encuentra a la catalana en la cocina cuando entra después de terminarse el café, cerrando la puerta del balcón que deja pasar el aire frío de la mañana que marzo todavía conserva.

- Buenos días, preciosa. - se acerca a ella besándole los labios.

- Mmm... buenos días. - responde peinándose el pelo con los dedos.

- ¿Cómo estás? - pregunta Luis dejando la taza en el fregadero y sacando las magdalenas que ayer compró en el horno de pan de la esquina para el desayuno.

- Creo que mejor. No me noto tan cansada y me apetece comer un poco. - sonríe mientras coge un par de mandarinas para ella y Bruno.

- Genial, amor. Llevas muchos días así ya... - se muestra preocupado, gesto que ha persistido durante la semana acompañado de la insistencia de ir al médico. Y también de la negativa de Aitana con su argumento de que poco a poco se iría encontrando mejor.

- No debería haber dormido tanto, se me hará eterno el viaje.

- ¡Eh, representa que tienes que hacerme compañía! - se queja Luis acercando su mano a su cadera para molestarla con cosquillas.


Como por arte de magia, Bruno y Pipo aparecen en la cocina cuando los dos adultos dejan la primera comida del día terminada.

- ¿Cómo has dormido, cariño? - pregunta Aitana cuando el niño se dirige directamente a sus brazos.

- ¡Muuuuuuy bien! He soñado con Lunita. - contesta antes de dejar varios besos en la mejilla de su madre.

- ¿Ah, sí? ¿Y qué hacíais? - interviene ahora Luis en la conversación esperando su turno de besar a su hijo.

- Jugar. Teníamos un catillo muy grande. ¡Y podíamos hacer magia! - explica con entusiasmo.

Entre imaginación y sueños pasan el desayuno escuchando al más pequeño. Y acaban yendo, como era de esperar, con el tiempo demasiado justo. Así que corren a apresurarse en el momento de vestirse y coger las pocas cosas que ayer no dejaron cargadas en el coche.

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