Luis se sienta en el sofá de su casa después de un fin de semana de lo más ajetreado. Los dos conciertos que ha tenido le han regalado el aire para respirar que necesitaba entre todas las novedades y cambios que ha vivido esta semana. Aunque durante estos dos días también ha tenido que disputar con las rabietas de Bruno y la presencia de María, que aunque él la quisiera, no ha ayudado mucho. Han aprovechado las mañanas del sábado y domingo para hacer turismo por la ciudad y las tardes para preparar los conciertos, y no sabe si su hijo ha estado mejor compartiendo tiempo con él y, evidentemente, con María, o con la banda y técnicos dentro del teatro.
Ahora, rodeado de sus paredes, con María en una coordenada de la ciudad de Madrid totalmente diferente y Bruno profundamente dormido en su habitación, quiere y necesita olvidar todos esos momentos que le provocan un nudo en la garganta y hace que le cueste de tragar. Necesita reflexionar sobre todo lo que ha hecho, todo lo que se ha arriesgado y como ha reaccionado su hijo y las personas de su entorno respecto esto.
Entiende que para Bruno no es fácil la introducción de una mujer dentro de su casa que no tenga la misma relación que tiene con sus tías postizas, entiende que pueda sentirse desplazado o lo encuentre demasiado extraño. Pero no puede dejar que su hijo frene sus decisiones ni cierre las puertas del amor, así que intenta hacerlo lo mejor que puede sin actuar indebidamente.
La hora del reloj corre rápido y los minutos que faltan para comenzar la semana, y nuevamente la rutina, cada vez son menos. Le gustaría desconectar de todo por unos momentos, y aunque mañana tiene el día libre para él, necesita descansar y no estancarse todo el rato en lo mismo. Así que se dispone a ordenar las cuatro cosas que dejó tiradas encima de su escritorio el viernes antes de comenzar el fin de semana y se lleva la mochilita de su hijo a la cocina para ponerle el bocadillo y llenarle la botellita de agua. Una vez allí se da cuenta de que tiene las maletas con las pocas cosas suyas y las muchas de Bruno que han llevado estos días fuera para ordenar, pero decide que ya lo hará mañana con toda la calma y permitiéndose poner música sin tener que molestar a nadie.
De la mochila no solo saca un par de piedras y un trozo del bocadillo de jamón que lleva más de dos días allí dentro, sino que hay dos papeles doblados por la mitad que dejan ver muchos colores. En el primer papel, dibujado en rotulador, se distingue una figura humana pequeña y una más grande, en un lado pone "BRUNO" y el otro "PAPÁ". Luis sonríe al ver como cada vez los trazos de las letras de su hijo son más precisos y los dibujos con más detalle. Sabe, gracias a María y por lo que puede ver él mismo, que ahora ya no necesita repasar las letras para escribir su nombre, sino que lo ha aprendido de memoria y lo escribe sin muchas complicaciones, aunque sí que necesita más refuerzo para escribir otras palabras. Detrás del papel puede leer en letras muy grandes la fecha en que se hizo el dibujo, escrita casi perfectamente, aunque sabe que es debido al hecho de que los niños la copian de la pizarra y María insiste en ellos para que no se dejen ninguna letra. En el otro papel vuelven a aparecer lo que simulan figuras humanas, en este caso tres y todas de la misma altura. La que está en medio tiene las piernas más largas y el cuerpo más pequeño y arriba puede leer de nuevo el nombre de su hijo, en sus lados están las otras dos, una tiene pintado mucho pelo y la otra lleva barba. En estas dos figuras no hay ningún nombre puesto, aunque se pueden ver letras escritas que dejan a la imaginación descubrir lo que dice, quizás preguntarle al propio Bruno sería más fácil que inventarse el significado de "AAPA" y "AIATAI". Detrás no está la fecha como en la otra hoja, así que supone que no fue un trabajo dirigido sino de elección del niño como muchas otras veces ha hecho.
Coloca las dos hojas en la puerta de la nevera aguantándolas con aquellos imanes de fotografías de Bruno y suyas, que su hermana le regaló en su cumpleaños, después de sacar dos dibujos que ya llevaba más tiempo luciendo en ese lugar. Se dispone a cortar la manzana que al día siguiente desayunará Bruno en la escuela y la pone en una pequeña fiambrera antes de buscar la grabadora de audio de su móvil y guardar la entonación de un par de frases que le han venido en este instante en la mente. Deja la botellita decorada con varios colores y con el nombre de su hijo grabado en el lavavajillas antes de ponerlo en marcha y coge otra para llenarla con agua y dejarla dentro de la mochila. Con todo esto hecho, y recordando que la bata escolar del niño no ha aparecido, abre el móvil donde tiene un par de mensajes de su hermana que le responde que ella se encuentra perfectamente bien y que su sobrino continúa cómodamente dentro de su barriga.
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Media vuelta
RomanceLuis Cepeda es un cantante de treinta años que ha aprendido a compaginar su vida laboral como artista consolidado y reconocido en todo el país y fuera de este, con su vida más familiar y personal. ¿Será capaz de tenerlo todo bajo control o tendrá qu...