44 - Me quedo

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Despertarse entre los brazos de Luis no tiene precio. Esto es lo que piensa Aitana cuando abre los ojos este miércoles festivo de diciembre. Es el primer día que comparten cama después de aquella noche encendida que se reencontraron bajo las sábanas entre besos, caricias y gemidos. Pasaron el sábado juntos, con las horas de la tarde en el parque de al lado de casa. El domingo lo compartieron con el pequeño Kai y sus amigos, recuperando las tardes de invierno que antes pasaban juntos compartiendo canciones y juegos de mesa. El lunes, con el retorno de la rutina solo pudieron verse escasas horas mientras Bruno estaba en el extraescolar de inglés, donde Luis había decidido apuntarlo, y Aitana aprovechaba el escaso rato libre entre reuniones. El martes el planning no varió demasiado del día anterior, con la diferencia de tener el pensamiento constante en la cabeza de que por la noche se encontrarían de nuevo.

No sabe qué hora es, ayer se olvidaron los móviles a quien sabe donde cuando, después de cenar se acomodaron en el sofá los tres para ver "Vaiana" a petición de Bruno, acompañada de la de Aitana. El más pequeño se quedó dormido encima de la chica antes de completar la hora de película y ella lo acompañó minutos después. Quedándose solo Luis ante los dibujos, aunque pasó los minutos restantes de película admirando la escena que tenía al otro lado de sofá.

Aitana deja al gallego durmiendo y se dirige a la habitación de Bruno donde ve que el niño continúa descansando profundamente. Se acerca a él y se sienta en el suelo, delante de él. Le observa gracias a la pequeña luz que siempre ilumina la habitación y se distrae admirando las semejanzas que tiene con su padre. Minutos después, que para ella han sido segundos, nota como alguien se sienta a su lado. Luis le deja un beso en la frente y ella apoya la cabeza en su hombro.

- Es tan bonito, Luis.

- ¿Qué quieres que te diga? Es mi hijo. - dice con una sonrisa. La chica se queda unos segundos embobada con este gesto hasta que vuelve a desviar la mirada hacia el más pequeño.

- Cuéntame algo de él.

- La primera vez que fuimos a la playa... - Acaricia la espalda de Aitana mientras habla. - Estábamos de vacaciones con mi madre, mi hermana y Pablo. No quisimos irnos de Galicia, así que alquilamos una casa cerca de la costa donde poder pasar unos días sin demasiadas preocupaciones. No muy lejos de casa, a poco más de una hora. Todo estaba organizado por Miri, ya sabes cómo es... - los dos ríen bajo para evitar que Bruno se despierte. - Él aún no tenía un año. - dice señalándole con la cabeza. - Hacía sol y me reencontré en aquella pequeña cala que un día descubrimos.

- ¿Aquella que encontramos cuando huíamos de todo y todos? - le pregunta ella. Le ve asentir y por un momento los recuerdos de aquel verano navegan en su mente. Cepeda empezaba a ser conocido y la fama empezaba a hacer de las suyas. Así que decidieron pasar algunos de los días libres que el chico tenía sin concierto para descubrir algunos de los rincones de la tierra natal de él. Pero viendo como los lugares más conocidos eran una constante de fotografías y paradas, decidieron adentrarse en los lugares más solitarios. Y en un día medio nublado, parando su viaje por carretera, encontraron aquella pequeña playa vacía, con arena blanca y fina y aguas tranquilas y cristalinas. Las formaciones rocosas en arcos daban más encanto a aquel rincón natural donde pasaron la tarde y despidieron el día disfrutando de la puesta de sol.

- Volver allí fue volver a recordarte. Como si algún día hubiera podido olvidarte. - Ríe ligeramente y acaricia el pelo de Aitana, que siente un escalofrío. - Bruno era tan pequeñito... y yo seguía tan perdido... Recuerdo que Miri lo cogió para entrar al agua y yo le pedí que me lo diera para vivir aquella primera vez con él. Como mi padre la vivió conmigo. - Aitana acaricia con calma la nuca de Luis y se coloca mejor para poder mirarlo a los ojos, esos ojos oscuros que ahora se encuentran perdidos en la inmensidad de sus recuerdos. - Mi madre se acercó y nos hizo una foto. Ahora Bruno y yo tenemos una foto como la que mi padre y yo teníamos. - Se seca una pequeña lágrima que por mucho que quisiera, no ha pasado desapercibida para la chica. - Y entramos al mar. ¡El agua estaba congelada, Aiti! ¡Y el tío no quería salir de ninguna manera! Cuando veía que nos dirigíamos fuera señalaba hacia dentro y pedía "aua". Al final le descubrimos la arena y se aficionó a hacer castillos como buena descendencia de su padre. - Los dos comparten una risa que los hace alejarse de las pequeñas tensiones que la conversación había creado.

Media vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora