61 - Lágrimas negras

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Martes a las 18:20 h.

Luis corre por el pasillo buscándola y deseando poder encontrarla. No es hasta que la ve parada en un rincón de la sala de espera, con lágrimas en los ojos, que puede recuperar un poco la respiración.

- Eh, ¿qué ha pasado? - pregunta preocupado acercándose a ella.

- Luis... - pronuncia con un hilo de voz y entre sollozos.

- Shht, ya está. Ya estoy aquí... - susurra abrazándola.

- Luis... Estaba embarazada... - consigue decir ella entre sollozos y volviendo a arrancar ese llanto que parecía haber podido detener.

- ¿Cómo? - cuestiona él separándose un poco para mirarla a los ojos.

- Estaba... embarazada... - vuelve a pronunciar en un tono de voz más bajo y apartando su mirada de él - Pero lo he perdido. - su llanto se hace ahora mucho más intenso y sus lágrimas caen mojando el jersey de Luis cuando vuelve a abrazarla.



Martes a las 18:35 h.

Las lágrimas de Aitana solo se detienen cuando Ana abre la puerta de su casa. Y, sin embargo, únicamente le hace falta que su amiga la abrace para que vuelva su llanto.

- Aiti, mi amor. ¿Qué ha pasado? - pregunta con preocupación la canaria.

- ¿Puedo entrar? ¿Te molesto? - pregunta ella, separando sus cuerpos y frotándose las mejillas húmedas con las manos.

- Claro, pasa. Pero... - duda Ana mirando adentro.

- ¿Aiti? – pronuncia una voz que reconoce al instante.

- ¿Qué haces tú aquí? - pregunta extrañada.

- Creo que esto no es lo más importante ahora mismo... ¿Por qué lloras? – cuestiona la otra persona desviando la atención hacia otro tema que parece mucho más relevante que su inesperada presencia.



Martes a las 18:36 h.

Quedarse sola a cargo de dos niños, uno de tan solo cuatro meses y el otro de ya cuatro años, durante un rato, mientras Pablo ha salido un momento en buscar unos papeles de la discográfica, está siendo agotador. Pero, ver todas las muestras de amor y cariño que Bruno tiene hacia su primo, hace que este cansancio se convierta en una infinita ternura que le gana el corazón. Como en ese mismo instante donde el mayor detiene su juego para comprobar que el más pequeño sigue durmiendo.

- Tita. Yo cuiero que Kai sea ya muy grande para que podamos jugar los dos juntitos. – le informa cuando se acerca al sofá, donde ella intenta avanzar algunas de las tareas de casa, como aquella de doblar la ropa que tan poco le gusta.

- Cada vez será un poquito mayor, y dormirá menos. ¿Y sabes qué? – abre los ojos ella para llamar, aún más, la atención de su sobrino – Como tú eres mayor que él, ¡podrás enseñarle muchísimas cosas! – le asegura ella, emocionada al imaginarse cómo serán los próximos meses y años donde los dos niños vayan compartiendo más momentos juntos.

- En el cole aprendo muchas cosas nuevas, tita. Seguro que le podré enseñar mucho. ¡Y Luna también sabe mucho! – sonríe recordando a su amiga. – ¿Te falta mucho trabajo? Es que Kai sigue durmiendo y no me puede hacer compañía mientras juego...

- ¿Quieres que juegue yo contigo? – le pregunta con una sonrisa y abandonando ese bodi que empezaba a plegar. – Cuando llegue tu tito ya terminaremos lo que falta. – se ríe antes de sentarse en el suelo para continuar la vía del tren que estaba montando el pequeño.

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