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Hace más de una semana que Aitana se quedó a dormir en casa de los Cepeda. Tras la propuesta de Luis ella volvió a la habitación para ponerse realmente cómoda. Frente al espejo, sin el jersey de él, pero aún con su pieza de encaje cubriendo sus pechos, acarició la piel desnuda que el chico había tenido ante sus ojos cuando le había cambiado el jersey. Se desabrochó el sujetador negro y se volvió a poner aquel jersey verde que se acababa de quitar y tanto olor de él hacía. Se desabrochó también los pantalones que el chico no se había atrevido a tocar y apareció poco después ante un Luis que estaba poniendo la mesa y que se quedó parado mirándola durante unos segundos. Finalmente, se sentaron a cenar y compartieron una película entre risas y miradas que contaban demasiado. Entre los dos despertaron a Bruno para hacerlo beber un vaso de leche y después volvieron a dormirlo con la ayuda de las caricias y cosquillas de la chica y las canciones en la oreja de su padre. Pocos minutos más tarde, Aitana y Luis compartían la misma cama aunque no se atrevieron a que su piel entrara en contacto. Aunque por la mañana, con los primeros rayos del sol, la chica se despertara sobre el pecho desnudo del chico, con su mano en la cintura y sus piernas entrelazadas. La fiebre y el malestar de la catalana parecían haber desaparecido durante la noche.

Aquellos días Bruno y Luis los habían continuado pasando entre la casa del pequeño Kai y la suya. Habían compartido con Aitana algunos momentos y empezaban a disfrutar de la ilusión que el más pequeño mostraba hacia el ambiente de las fiestas de Navidad que cada vez era más notable porque estaban a punto de llegar.

Este jueves de finales de noviembre era frío. Se notaba que no faltaba nada para aquellas vacaciones mágicas y muy deseadas. Luis tiene mucho trabajo en el estudio y una conversación pendiente, y el pequeño Bruno se ha despertado con toda la energía y felicidad del mundo al recordar la gran noticia que su padre le había contado la noche anterior.

- ¡Hoy me voy con Aiti! - es el único que repite el niño desde que se ha despertado hace más de media hora. Tal como Luis quedó con la catalana a principios de semana, ella cuidaría de Bruno durante esta tarde mientras él terminaba todo el trabajo que tenía pendiente. Evidentemente, decírselo a Bruno demasiado pronto habría sido un error si por alguna casualidad la chica no hubiera podido, y sobre todo por la propia calma y estabilidad del chico que habría tenido que aguantar estos gritos y esa emoción durante más de dos días. Aunque ahora le llenara el corazón ver tan feliz a su hijo, sabiendo que lo provocaba.

- Sí, tienes que llevarte bien, eh. ¿Le harás mucho caso a Aiti y jugarás mucho con ella?

- Claro, papi. Si yo la cuero mucho. - añade el niño con una gran sonrisa mientras se termina el yogur que tiene para desayunar.

- Y creo que ella también te quiere mucho a ti. - Luis alza a su hijo en brazos y lo besa durante unos segundos, Bruno ríe por las cosquillas que la barba de su padre le hacen a la cara, pero no se aparta. Con todavía el niño sobre él, Luis coge el bote de yogur para tirarlo al cubo de reciclaje y deja la cucharita en el fregadero para lavarla después. Seguidamente se dirige a la habitación de Bruno para continuar su rutina. - Te he dejado la ropa encima de la cama, cariño. ¿Te cambias mientras yo voy al baño? - el niño asiente y empieza a quitarse el pijama mientras Luis desaparece de la habitación. Pocos minutos más tarde, vuelve a aparecer ya vestido y peinado. Se encuentra a Bruno peleándose con los calcetines y lo ayuda, así como comprueba que toda la ropa esté correctamente puesta y le cambia el jersey que se ha puesto al revés. - Eso ya está. ¿Me ayudas a hacer la cama? - Entre los dos estiran las mantas y colocan en su posición los cojines. - Pues, los zapatos y nos vamos, nené.



Cuando llegan a la escuela, Bruno y Luis saludan rápidamente a Naím y Lucía con quien se cruzan en el pasillo.

Media vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora