9 - Bonita

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Cuando los dos entran en la casa con unas respiraciones más acompasadas de las que les ha quedado cuando se han separado de este primer beso, Bruno baja corriendo las escaleras con su pijama de Mickey Mouse ya puesto.

- ¡Bruno! ¡Caerás por las escaleras! - grita Miriam bajando detrás suyo, cuando ve a su hermano en la entrada se detiene observando cómo el niño se lanza en sus brazos.

- Dentro de unos años nos pasará a nosotros, esto - dice Pablo abrazándola por la espalda y acariciando su barriga.

- ¡Papi! ¿Sabes que el primito se ha movido? - dice el niño viendo el gesto de su tío.

- ¿A sí? ¿Has tocado la barriga de la tita? - pregunta con los ojos exageradamente abiertos esperando la respuesta ilusionada de su hijo que no tarda en llegar. Desvía su mirada hacía su hermana que le mira con los ojos húmedos que le deshace el corazón y se acerca a ella para estrecharla entre sus brazos.

Bruno es el centro de atención de la casa, los adultos se sientan en los sofás conversando animadamente sin quitarle ni el ojo de encima ni el protagonismo. María se sienta a su lado, en el suelo, siendo su compañera de juego y ayudándole a cocinar todo lo que el resto les pide. Se les complica un poco en el momento de abrir la puerta del horno de plástico que hacía meses que almacenaba polvo en el desván de la casa y que esta tarde Bruno ha decidido bajar para jugar pero que finalmente no ha utilizado.

- ¿Papi, nos ayudaz? - dice con la lengua fuera intentando hacer fuerza al mismo tiempo que su maestra. Con un asentimiento de cabeza Luis se sitúa a su lado en menos de lo que la chica preveía sobresaltándose cuando sitúa su mano encima de la que ella ya tenía y no ocupando el lugar que la pequeña manita del niño ha dejado. Hace fuerza tras acariciarle los dedos y con un desagradable ruido de la cocinita, la puerta se abre.

- Quizás deberíais comer más vosotros, que os estáis quedando sin fuerza... - la chica le saca la lengua antes de volver a hacer caso a Bruno que ahora le enseña los dibujos de la carta para que elija qué quiere.



- ¡Mira seño! - llama Bruno cuando ve que los mayores empiezan a hablar de temas demasiado aburridos para él y que ya no le muestran la atención que hace un rato recibía. Se ha ido entreteniendo solo con la caseta de muñecas de su tía y el aparcamiento que su abuela le regaló el cumpleaños pasado, pero ahora ya se ha cansado de dar vida a aquellos juguetes y necesita un poco de mimos, ya que el cansancio empieza a hacer acto de presencia. - ¡Papi me hace volar! - anuncia echándose encima de este que está justo al lado de la chica y cualquier adulto que se fijara diría que casi encima. El gallego se levanta y repite eso que siempre saca las carcajadas del pequeño y que también hace surgir las del resto de personas que comparten la noche con ellos. A partir de este momento Bruno pasa de adulto en adulto reclamando abrazos, besos y caricias hasta que termina en el regazo de María, que acariciándole la espalda hace que vaya cerrando los ojitos.

- Brunito, ha llegado la hora de acostarse... - le susurra su padre al oído y con voz melosa apartando unos rizos rebeldes que se le sitúan delante de los ojos. - Vamos a lavar dientes y en la cama, ¿vale? Ven, que damos las buenas noches. - con los ojos abiertos niega a su padre su petición y se coge fuerte en los brazos de la chica que lo acogen. Con una mirada Luis entiende que a María no le importa ser partícipe de la rutina de noche de Bruno y se levanta elevando al mismo tiempo al niño que rodea su cintura con sus piernas.

- ¡Buenas noches, mua! - el gesto que acompaña el despido hace reír a los mayores, aunque le imitan deseándole unos buenos sueños.


Luis, María y el pequeño Bruno a sus brazos se dirigen hacia la planta superior deteniéndose primero en el baño donde el pequeño hace sin pensar lo que su padre siempre le ha recalcado. Con los dientes limpios y la cadena tirada se encaminan hacia la habitación, Luis sonríe al ver que su hijo no deja en ningún momento a María, ahora cogidos de las manos.

Media vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora