37 - Seis

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Luis espera impacientemente a que su familia llegue a casa y puedan marcharse. Observa como Bruno duerme en un lado del sofá y Aitana en el otro, que tras comprobar la fiebre que tiene y tomarse el medicamento ha vuelto a cerrar los ojos. La escena le enternece, pero la preocupación está bien presente en su corazón. Finalmente su madre hace acto de presencia en la sala y poco después aparecen Miriam y Pablo con el cochecito de Kai.

- Que bonitos, nené.

- Mamá...

- Venga, Luis... No seas tonto y apartes la mirada y tus sentimientos de ello. No me engañes. No, mejor que no te engañes a ti mismo. Mírala, míralos. ¿No te provoca nada esta escena?

- Creo que incluso a los que no les conociera les provocaría algo, mamá. Pero...

- Ningún pero, hijo. La vida es demasiado corta como para perder el tiempo. Para perderse momentos y para perder a quien amas. – Luis sopla.

- Fuimos tan increíbles, pero tan cobardes. - dice mirando a Aitana.

- Luis, perdiste la felicidad y aquel brillo de tus ojos no lo has vuelto a recuperar hasta ahora.

- Era necesario. Ella tenía que volar y yo no podía retenerla a mi lado.

- Y ahora es el momento. - Luis la mira sin entenderla.

- ¿Qué momento, mamá? Que nos hayamos vuelto a encontrar no significa que las cosas sean como antes. Lo que fuimos quien sabe si lo seremos, mañana.

- Nené, calla tus voces, deja bailar este miedo que aún sientes y no escuches el ruido de tu cabeza. Déjate llevar. Sé feliz. Recupera aquel brillo que tenías cuando ella estaba a tu lado y mézclalo con el que te provoca tu hijo. - Luis se queda callado, vuelve a gira su mirada hacia la imagen que tienen delante. - Ves. Haz que cada día haya esta mirada en tus ojos y esta sonrisa en tus labios. Permítete que cada día puedas ver esta imagen delante de ti y vivirlo en cada instante. Luis. Ama. No temas a sentir, no temas a dejar ver al mundo que nunca has dejado de amarla.


Después de esta conversación con su madre, que lo deja callado y pensativo durante un buen rato, pide a Pablo que coja a Bruno para llevarlo hasta el coche y marcharse a casa. Él coge a Aitana en brazos y ella, todavía en un profundo sueño, se aferra a él. La nota caliente y deduce que, a pesar de la pastilla, la fiebre persiste. Una vez están los tres dentro del coche, se despide de su cuñado y arranca el motor. Conduce en silencio por las calles de Madrid, no se atreve a poner en marcha la radio ni poner música para que sus acompañantes no se despierten. Observa de vez en cuando, por el espejo, a su hijo que duerme en su sillita de los asientos de atrás. Observa cada vez que se para en un semáforo, con todo detalle, a Aitana que duerme a su lado. Las luces de la noche la iluminan y le crean una imagen más bella que nunca. Y recuerda las últimas palabras de su madre. Podría arriesgarse y ser aquel niño que juega con fuego, sin temor a incendios. Intentar volver a ser con ella una mirada y una madrugada como esos besos que dejan marca. Y quien sabe, si mañana serán lo que fueron.


Cuando llega a casa se baja del coche con toda la cautela posible porque ahora que ya han terminado el trayecto no piensa romper su sueño. Coge a Bruno que por un momento parece abrir los ojos, pero con una canción de su padre cantada en la oreja mientras lo lleva a su habitación vuelve a caer en el mundo de los sueños. Antes de ponerle el pijama y dejarlo dentro de la cama bien tapado, vuelve al coche a buscar a la chica para que no se incomode más con la postura en la que hace rato que está colocada. Ella no se inmuta cuando el chico vuelve a levantarla. Se dirige a la habitación de invitados, donde ella se quedó la última vez, pero antes de abrir la puerta cambia de pensamientos y se mueve hasta llegar a su propia habitación. Ahora, viéndola allí tumbada, con el pelo ocupando todo el cojín y acomodándose para quedarse acurrucada, Luis no sabe cómo actuar. Se permite unos segundos mientras vuelve a la habitación de su hijo para terminar lo que había dejado pendiente. Pero cuando todo está listo y es hora de volver donde ha dejado a la catalana durmiendo se vuelve a quedar parado.

Media vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora