54 - Siempre es Navidad junto a ti

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Dejando el coche en manos de Roi, la familia de tres coge, la misma tarde de Navidad, un tren que tiene que llevarlos hasta su próximo destino. Hacer tantas horas y tantos kilómetros desde una ciudad a otra en coche, les parecía exagerado a Luis y Aitana, lo que les hizo plantearse ir hasta las tierras gallegas con el mismo medio. Sin embargo, hablando con el otro gallego, que se encontraba de viaje, consiguieron acordar ese intercambio que iría bien por ambas partes.

Llegan a la capital catalana cuando ya está oscuro. Y que sea la noche del veinticinco de diciembre ayuda a que esté prácticamente vacía la estación. Por eso Aitana no tarda mucho en ver a su padre, que les espera en la puerta de llegadas. Lanzarse a los brazos de Cosme es algo que la catalana lleva semanas echando de menos, y no sabe explicar la sensación que le llena el corazón al verse, de nuevo, acurrucada en ellos.

- Mi niña... – suspira él antes de soltarla. – Hola, yo soy Cosme. ¿Cómo te llamas tú? – pregunta acercándose a un niño que le observa con atención desde los brazos de su padre.

- Buno. – contesta frotándose los ojos debido al cansancio que arrastra a pesar de la siesta que ha hecho hace un rato en el tren.

- Qué nombre más bonito. – sonríe el adulto. – Hola, Luis. Bienvenido de nuevo. – se abraza ahora a su yerno, evitando molestar al más pequeño.

- Buenas noches. Cuánto tiempo. ¿Cómo estás? – contesta el gallego.

- ¿Eres el papi de mi Aiti? – pregunta interrumpiendo ahora Bruno con menos vergüenza que antes.

- Sí, cariño. ¿Quieres venir a mi casa? Te hemos preparado una habitación superchula para ti.

- Pero... yo quiero domir con mi Aiti y mi papi. – comenta bajando los ojos.

- Creo que hay una cama lo suficientemente grande para que quepáis los tres. – aclara Cosme aguantándose las ganas de comérselo a besos.


Unas luces de Navidad en la fachada les dan la bienvenida a la casa de la familia de Aitana. Antes de bajar del coche, Belén ya les espera con la puerta abierta. Aunque los adultos pensaban que el menor caería dormido durante el rato de viaje desde el aeropuerto, no saben si es la novedad de conocer tantas cosas o la desubicación después de tantas horas de cambios, pero Bruno parece más despierto que nunca.

- Pues yo tengo una abu Encarna. – explica Bruno a la madre de Aitana mientras ella y Luis deshacen rápidamente las maletas. – Vive en Ouense, pero como ha nacido Kai pues ha venido a Madrid muchos días. Y Kai es mi primo pequeño, pero todavía no puedo jugar con él porque es un bebé. – sigue observando a la mujer que le escucha embobada. – ¿Tú tienes un bebé?

- Mi bebé era tú Aiti. – contesta ella sabiendo el uso que el niño hace de ese posesivo junto con el nombre de su hija. – Pero ya es algo mayor, ¿verdad?

- Un poquito. Pero papi es más grande.

- ¡Oye! – exclama Luis cuando escucha a su hijo provocando que todos se rían. – Creo que es hora de ir a dormir, nené.

- Pero yo quiero hablar con los papis de mi Aiti... – se queja al ver que el aviso de su padre va en serio.

- Con mis papis podrás hablar mañana, ¿vale? – propone Aitana intentando que con esta promesa sea más fácil que Bruno acepte acostarse y dejar para mañana todo lo que esta casa tenga preparado para él.



Aunque Bruno se despierta emocionado después de haber recargado las pilas durmiendo entre Aitana y Luis, no saber dónde se encuentra hace que se siente en la cama esperando que alguno de los dos adultos le diga cómo debe proceder. Deja unas caricias en el pelo de la chica, que lleva rato observando, y otras en el rostro de su padre que se revuelve en sueños. Pero viendo que a los diez minutos ninguno de los dos tiene intención de abrir los ojos, se levanta sigilosamente y abre la puerta que da paso a unas paredes totalmente desconocidas para él. Baja las escaleras con tranquilidad, procurando no hacer ruido y despertar a los que ha dejado durmiendo. Cuando llega a la cocina se asusta un poco al ver a dos personas que no sabe quiénes son, pero cuando empieza a reconocerlas, se avanza varios pasos.

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