37. No se va a quedar así

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Karla McCall

Pasé las manos por mi rostro para intentar limpiar y hacer cesar las lágrimas que bajaban sin parar por mis mejillas.

Quise aguantar, pero simplemente no logré hacerlo. Se trataba de mi cabello, la parte favorita de mi físico. Mantener el cabello bonito al natural era cosa difícil, lo había cuidado con masajes naturales desde que tenía memoria. Cuidaba más mi cabello que a mi vida misma. Jamás había fantaseado con contarlo, me gustaba, lo amaba largo y ahora... Ahora no era más que un nido de pájaros con chicle incluido.

¿Qué clase de broma pesada era esta? ¿Por qué no sentí nada? ¿¡Por qué mierdas no cerré la ventana?! ¿Por qué no desperté ante algún sonido? ¿Por qué Eloy no ladró?.

Dafne dió una patadita a la puerta y logró abrirla del todo. En sus brazos cargaba una pila de ropa que había ido a recoger a las afueras de la casa.

– ¡Tengo noticias! –Gritó adentrándose a mi habitación y dejó caer la ropa sobre mi cama.

Toda esa ropa me pertenecía. A la persona bromista no le bastó con arruinar mi cabello sino que también tomó parte de mi ropa y la sacó de mi habitación lanzándola, seguramente, por la ventana.

Mi instinto me aseguraba que toda esta situación giraba entorno de una venganza y el nombre Angelina Davis resonaba en mi mente junto a las mil maneras que me había ideado pata hacerla pagar.

–Karla... Ya no llores –animó– Mira que si lloras me dan ganas de llorar –explicó mientras tomaba asiento sobre la cama, a mi lado– Yo nunca sé muy bien que hacer cuando lloras.

– Voy a matar a Angelina... –Afirmé con odio sin quitar la mirada del suelo.

– Karla, no fue ella... –Se oyó tan segura que levanté mi mirada del suelo y la fijé en sus ojos– Antes de recoger la ropa fui donde tu vecina de en frente y le pedí el favor de que me enseñara las grabaciones de la cámara de seguridad que tiene a las afueras de su casa.

Esa cámara apuntaba hacia mi casa ¡¿Por qué no se me ocurrió preguntarle antes?!

– Y... ¿Aceptó? –pregunté inquieta y levanté mi voz– ¿O nos va a tocar usar nuestras armas tecnológicas en su contra?.

Dafne negó.

– Fue amable y me enseñó la grabación de la noche anterior... No te vas a creer quienes fueron. –dijo.

– ¿Quiénes? –murmuré extrañada ante el uso del plural – ¿Fueron varios?.

Dafne se mantuvo en silencio unos segundos y se lo pensó un poco antes de decirlo.

– Karla, fueron Aarón y Manuel.

¿Qué?

Mi rostro se descompuso en extrañeza y asombro.

No pude creerlo, y no exactamente por parte de Aarón, ese rubio era capaz hasta de matarme si se lo proponía, pero Manuel... ¿¡Qué rayos estaba pasando con Manuel?! Lo obligaría a ir a una iglesia para que le sacaran el demonio, y a Aarón... ¡Iba a matarlo!.

Sentí furia.

Iba a vengarme de ambos.

– Un batazo en la cabeza y diez más en el cuerpo no le vendrían nada mal a ese maldito rubio... –Propuse con una sonrisita mientras buscaba mi bate con la mirada. Estaba tirado en un rincón de mi habitación– Y cuando esté inconsciente teñimos su cabello de morado y lo cortamos a lo loco.

De solo pensarlo mi corazón saltaba de emoción.

– Karla, no –ordenó Dafne con seriedad– Sabemos que fueron ellos, ya habrá tiempo para las venganzas, ahora debemos... –miró mi cabello y lo señaló– Solucionar ese lío.

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