8. Puñetazos y más puñetazos

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Manuel Young

De lo que das recibes, es Ley.

Los restos del batido de fresa se deslizaba por su rostro. Sus labios se habían entreabierto ligeramente en una "O" mientras sus ojos permanecían fuertemente cerrados.

No sabía muy bien cómo había sido capaz de devolver su golpe y mis amigos a mi alrededor seguramente se estaban preguntando exactamente lo mismo, seguramente hasta me daban por muerto.

Esperábamos por su reacción.
Karla seguía en shock, ella seguramente no se esperaba ese acto de mi parte. Pasó las manos por sus ojos antes de abrirlos y fijarlos en mí.

Furia pura.
Si las miradas mataran ya estuviera treinta mil metros bajo tierra rumbo al infierno.

Sacudió sus manos y recogió su largo cabello en un moño desordenado.

Era medio idiota, pero al menos sabía que ese acto significaba "Espérate ahí que te voy a levantar a puñetazos".

Ni siquiera me dió tiempo de reaccionar. Karla se abalanzó sobre mí e intenté mantener el equilibrio más me fue imposible. Ambos caímos al suelo, pero ella cayó sobre mí y se ubicó con agilidad sobre mi abdomen. Estaba furiosa, soltaba pequeños gritos e insultos. No iba de broma, pero tampoco quería golpearla. ¡Era una chica, no soportaría ni siquiera un puñetazo de mi parte!.

Sostuve sus brazos con fuerza para impedir que hiciera una locura pero se soltó con facilidad de mi agarre dejándome completamente anonadado.

Me miró fijamente a los ojos y ni siquiera se lo pensó.

Me dió un puñetazo.
¡Me dió un maldito puñetazo que dolió como mierda!.

A la mierda con la caballerosidad y con el famoso dicho "A las mujeres no se les toca ni con el pétalo de una rosa". Esta era medio marimacha y estaba malditamente loca.

Decidida, levantó su mano para darme otro golpe pero me adelante y le di un puñetazo en su brazo para evitar su golpe. La tomé fuertemente de su blusa y de un solo jalón la hice quedar debajo de mí. Tomé sus hombros y la presioné contra el suelo. Su cabello se soltó por tanto movimiento y brusquedad y dió sobre su rostro.

– ¡¡Ya, basta!! – Grité furioso intentando calmarla, realmente no quería hacerle daño.

Me ignoró completamente persistiendo en su forcejeo.

– ¡Eres un maldito imbécil!. 

Rodeó mis caderas con sus piernas y no sé cómo lo hizo, pero con un ágil movimiento volvió a quedar sobre mí, ni siquiera le importaba que su falda se estuviese levantando. Golpeó mi pecho, mis brazos y dió uno que otro puñetazo en mi rostro. Rodábamos por el suelo como lo hacía una de esas bolas extrañas que rodaban por el desierto. Intentaba controlarla, y en mi intento de no salir lastimado le devolví uno que otro golpe.

– ¡Ya basta, loca! – Insistí tomándola de su cabello con fuerza para intentar controlarla, pero nada parecía dolerle, ni detenerla.

Me tomó del cabello y empezamos a rodar de nuevo entre jalones de cabello y puñetazos, aquí ella perdía, su cabello era abundante y largo.

Con cada segundo mi furia crecía, hasta que me harté. No lo pensé dos veces. De un fuerte empujón logré alejarla varios metros de mí.

Me levanté del suelo al mismo tiempo en que ella se levantaba y se colocaba en posición de combate.

Ah... Y quería seguir. ¿En dónde rayos almacenaba tanta fuerza y persistencia?. Se acercó rápidamente a mí, esperé un puñetazo para contrarrestarlo pero me dió una patada en los pies que me hizo caer sentado en el suelo. Entonces lo supe, ella peleaba bien porque seguramente había tomado una que otra clase, se trataba de ella. ¿Por qué no lo pensé ante?.

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