11. Que empiece la guerra

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Manuel Young

Estuvo bien, realmente todo estuvo bien hasta que ambos llegamos al clímax, ese momento en que la intensidad aumenta y luego simplemente sientes como todo se libera, arrastrando gemidos, apretones, desatando un placer inimaginable y vuelas tan alto que te sientes pleno... Pleno hasta que todo termina, los movimientos se vuelven un poco torpes, lentos y tu mente se aclara con cada segundo que pasa. Todo estuvo bien hasta ese momento donde reina el silencio, las respiraciones aceleradas, y en mi caso, sus palabras vacías.

Y entonces te das cuenta de que cometiste un error, de esos que no se pueden reparar, ni contar.

- Es hora de que te vayas.

Pestañeó confusa sobre mi pecho.

- ¿Disculpa?... - Murmuró frunciendo el ceño.

- Disculpada... - Moví con cuidado su cabeza para bajarla de mi pecho - Angelina, como oíste, es hora de que te vayas.

Irguió su cuerpo aferrándose a la sábana azul oscuro. Quedó sentada a mi lado, su mirada era penetrante, confusa y dolida. Empezaba a odiarme por el hecho de encontrarla hermosa incluso después de tanto daño. Paseé mi mirada por sus partes aún descubiertas, su rostro, su cabello algo desordenado y su tersa piel.

Me obligué a repetirme que ella no era más que una mentirosa.

- Me estás... ¿Me estás corriendo como a una puta? - Preguntó y se quedó expectante. Su mano empuñaba la sábana y sus ojos esperaban ansiosos por una respuesta.

Sí, si lo eres. Estuve apunto de decir, pero por alguna razón no fui capaz.

Levanté ambas cejas y Angelina imitó mi acto instándome a hablar.

- Es hora de que te vayas... - Insistí - Ya se terminó todo. Tienes un novio con el que volver, ¿No? - Pregunté. El sarcasmo y la dureza en mis palabras fueron evidentes.

Habría sido incapaz de hacer algo como esto si tan solo no se tratara de Edmund. Era la primera vez en mi vida que una chica me usaba como amante. No sé muy bien por qué hice lo que hice, quería a Angelina, pero no fueron exactamente mis sentimientos los que me arrastraron a cometer tan bajo acto. Culparía a Edmund y a la ira que me causaban sus palabras, se llenó la boca y se creyó suficiente cuando era tan obvio que esta tipa que tenía en frente, no lo quería a él, ni a mí, y ni siquiera a ella misma.

Pero sí, podría decirse que Angelina logró quebrar mi orgullo.

- Podrías evitar nombrar a Edmund mientras hagamos esto... - Pidió incómoda.

Me la imaginé pidiéndole a Edmund exactamente lo mismo, pero en mi caso, mientras era mi novia.

- ¿Qué te hace creer que se repetirá? - Pregunté extrañado.

Ladeó su cabeza hacia un lado y sonrió abiertamente.

- Sé que pasará de nuevo... - Aseguró acercándose a mí. Era sexy en todos los sentidos.

Deslicé una de mis manos por su espalda mientras jugaba con uno de sus rizos y la observaba coquetear de cerca.

Dios... No iba a superarla nunca si seguía teniendo estos clandestinos encuentros.

- Aunque no lo digas, sé que me quieres - Continuó segura de sí misma jugando con la punta de mi nariz - Y eso me basta.

Estuve apunto de replicar, de decirle que no, pero hizo que nuestros labios entraran nuevamente en contacto, fue suave, tierno y vacío.

No se sentía igual, nada con ella se sentía igual. Esta Angelina, no era la Angelina que yo había conocido, o tal vez sí, el punto es... ¿Por qué mierdas la seguía queriendo cuando ella no era la misma chica de la que yo me enamoré?. No obtenía respuestas para esa pregunta, solo sabía que mi ideal de su persona chocaba con la realidad.

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