44. Mala influencia

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Manuel Young

Nunca antes alguien había hecho algo tan bonito por mí. Las páginas Web no eran lo mío, pero sí eran el fuerte de Karla; y que ella se hubiera tomado el tiempo para realizar una página web en honor a nosotros, me hizo inmensamente feliz. La página estaba bien organizada, detallada. Tenía color, imágenes de ambos y secciones, algunas llenas de escritos de Karla y otras tantas vacías que me correspondía llenar para ella y sin duda lo haría con gusto.

Entre las cosas que le gustaban de mí mencionó: Mi decencia, amabilidad, sinceridad, inteligencia, la forma en que la miraba, la peculiar manera que tenía de llamarla, de rechazar chicas y mi paciencia para con ella. Uno de los párrafos decía: Me gusta que me quiera aún cuando no tiene motivos ...Pero me encanta que, a pesar de todo, no intente cambiar mi escencia y me valore como soy. Amo que él haya decidido estar conmigo incluso cuando no tenía un motivo para hacerlo.

Entré a otra sección llamada: "Cosas que no me gustan de él" y me sorprendí al leer lo que decía: «Nada. Me gusta absolutamente todo de él, incluso sus imperfecciones»

Admiré encantado el trabajo de Karla, y me encanté con cada palabra plasmada en aquella plataforma.

Le di un vistazo a mi desastre andante de reojo, sus mejillas estaban tan roja como un tomate mientras jugaba con sus manos y evitaba mirarme.

Dejé a la gata en el suelo y caminé hacia ella, cuando estuve lo suficientemente cerca me dió una miradita de reojo.

– Entonces... ¿Escribiste todo eso para mí? –pregunté jugando con las puntas de su cabello.

– Ujum... –Asintió.

– Karla... Es el acto más tierno que han hecho por mí. Estoy muy agradecido y orgulloso de ti –le hice saber sin ninguna vergüenza y una sonrisita se escapó
de sus labios– Déjame decirte que tienes talento, desastre andante, la informática es lo tuyo, no lo dejes nunca.

Sus ojos brillaron de alegría y adoré la forma en que me miró. Karla entre más cerca, más bonita era.

– Te crearía cien páginas Web más... –murmuró y no quité la mirada del movimiento que hicieron sus labios.

Toda ella me atraía. Le quedaba perfecto el papel de imán mientras yo era un pedazo de hierro aparentemente fuerte, pero débil ante su fuerza de atracción.

Mi olfato identificó su aroma a uva y me acerqué  mucho más a sus labios. Hizo que su nariz jugara con la mía mientras llevaba sus manos a mi pecho y repartía leves caricias. No sabía en que momento surgió la química entre ambos, pero era fuerte, tenerla así de cerca me hacía sentir agusto, en paz. Karla era un desastre andante que me daba paz.

Tomé sus mejillas entre mis manos y uní rápidamente mis labios con los de ella. Bastó sentir la suavidad de su beso para hundirme en ellos. Una de mis manos fue a parar en su espalda baja mientras la otra sostenía con fuerza su mejilla derecha. Sus besos eran ardientes, como lo era ella, pero a la vez suaves y apasionados. Trajo toda la guerra y la calma en sus labios. Deslizó sus manos por mi cuello y enredó sus dedos en mi cabello.

Los besos se salieron de control tan pronto como iniciaron. Sus toques me hacían desearla cada vez más y el juego de sus labios me transmitía adrenalina. Su cuerpo chocó con el mesón y rápidamente tomé sus caderas entre mis manos e hice uso de mi fuerza para subirla sobre él.

Se rostro quedó justo frente al mío. Fue divertido leer las pizcas de asombro en su mirada y deslizó sus manos por mis brazos mientras volvía a buscar mis labios.

– Eloy... –murmuró juguetona– ¿Puedo hacerte una pregunta?

Asentí lentamente. Colocó sus manos sobre mis hombros, soltó un leve suspiro y me miró fijamente a los ojos.

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