17. Besas Horrible

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Manuel Young

No podía creerlo.

Karla sostuvo mis mejillas entre sus manos mientras sus labios ejercían presión sobre los míos. ¿¡Pero qué mierdas?! ¡Karla me estaba besando!. Mis ojos se abrieron de par en par ante el contacto e intenté retroceder, soltarme de su agarre, pero antes de que pudiera hacerlo, su beso terminó.

Así de corto, así de rápido.

Murmuró cosas que no pude entender, nunca supe si fue culpa de ella por hablar demasiado rápido, o mía, por encontrarme demasiado embelesado.

Su rostro se empezó a descomponer en un gesto que me indicó lo que se venía. Mis ojos se cerraron por impulso en el mismo instante en el que Karla estornudaba sobre mi rostro dejando caer partículas de saliva en mi cara.

¿Por qué a mí?. ¿Por qué esta mierda me sucedía a mí?.

Me quedé inmóvil sintiendo en plenitud como tomaba lugar en mi interior la impotencia y la indignación. Hice un gran esfuerzo e intenté no pensar en la cantidad de bacterias que fueron a parar en mi maldito rostro solo porque a esa maldita chica no se le dió por estornudar en mi pecho.

Karla pasó sus manos con desesperación por mi rostro e intentó eliminar todo rastro de estornudo.

En cuanto dejó de tocarme abrí mis ojos para contemplarla, pero solo pude apreciar como salía corriendo hacia la cocina del restaurante como alma que se lleva el diablo.

Pestañeé confundido tan pronto como deslizaba mi mano por mis labios para eliminar todo rastro de su beso.

Su beso. ¿Karla me había besado?.

No podía dejar de mirar el lugar por el cual se había ido. ¿Qué problemas tenía ella?. Me robó un beso y luego, como si fuera poco, me estornudó en la cara.

Pero... Pero... ¿¡Qué clase de atrevimiento era este?¡ ¿Quién se creía Karla para ejercer presión sobre mis labios solo porque se le daba la gana? ¿Acaso ella creía que yo era un fácil que podía besar cuando ella quisiera? ¡No!.

Yo era un tipo respetable, últimamente no tanto, pero lo era. Karla no tenía el derecho, ni el permiso de posar sus desastrosos labios sobre los míos.

¿Por qué no fui lo suficientemente malicioso como para imaginarme que esa loca de verdad se iba a atrever a besarme? ¿Dónde rayos se metían mis reflejos cuando los necesitaba?. Debí empujar su cara y decirle: "Ni creas desastre andante tú a mí no me besas ni en tus sueños". A veces, realmente creía que tenía una corona y un cetro enorme en la categoría del hombre mas lento e imbécil del mundo.

- No seas asqueroso ¡Deja de pasarte las manos por el rostro! - Ordenó Angelina en un grito levantándose de su asiento, me dió una mala mirada, una de esas que te hacen saber que la cagaste.

¿Pero qué había hecho yo a demás de ser un ingenuo?

- Me besó... - Murmuré indignado sin poder creerlo del todo.

- "Me besó"... - Me remedó cabreada moviendo sus manos de un lado a otro - Eres un imbécil - Sentenció lanzándome una de sus peores miradas.

- Pero... ¿De qué rayos estás hablando? - Pregunté confundido y eso pareció hacerla enojar el doble - ¿Por qué yo soy el imbécil?.

¿Acaso se había vuelto loca también?. Que Angelina tomara estas actitudes me hacía cabrear, tanto que no sabía qué me enojaba más, si el beso de Karla o que Angelina fuera tan igualada en esta bendita vida.

Sin importarle nada, tomó su bolso de la mesa, pasó a mi lado dándome un empujón y caminó furiosa hacia la salida del restaurante a paso decidido. Angelina estaba dispuesta a abandonar el restaurante sin importarle que ya habíamos realizado el pedido.

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