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Karla McCall

Debí comprar nuevos leggins para ir al gimnasio, por alguna extraña razón la mayoría de Leggins habían dejado de quedarme y hoy retomaba mis entrenamientos. Terminé optando por un leggins negro y corto; una blusa deportiva color rosa pastel y unos zapatos deportivos del mismo color.

Un bolso colgaba a mi hombro y dentro permanecían todas las protecciones que necesitábamos Dafne y yo para el entrenamiento.

– Tu padre me enseñó las grabaciones de tu pelea con aquellos guardias... –Comentó Aarón con burla– Y... ¿Quieres que te diga algo, Karla?.

– No.

Hizo oídos sordos.

– Me diste pena... –Continuó entre burlas y me miró con decepción– No hiciste una payasada, tu fuiste la payasada.

Conté hasta el mil en mi mente para evitar levantarlo a puñetazos fuera del gimnasio, mejor guardaba todas mis energías para golpearlo hasta el cansancio en el Rin.

Dafne le dió un empujón que lo hizo entrar a la fuerza en el gimnasio.

– Es tan insoportable... –masculló molesta y rodó los ojos– ¿Qué te parece si teñimos su cabello de morado mientras duerme? –Fantaseo.

Eso sonaba estupendo.

– Archiva ese plan en el cajón de ideas increíbles... –La animé– Y esperemos que nos haga algo lo suficientemente malo como para llevarlo acabo.

Sonrió ampliamente.

– Archivado.

Entramos en el gimnasio mientras nos deteníamos a admirar el panorama, era un lugar muy amplió, de tres pisos. Poseía un área de estiramientos y otras de calentamiento y entrenamiento. La apariencia había mejorado, añadieron nuevas máquinas e hicieron mantenimiento a aquellas que estaban viejas. Un conjunto de espejos de cuerpo completo se extendía en una pared mientras bancos ajustables estaban frente a ellos.

El lugar permaneció activo, muchas personas realizaban sus respectivas rutinas mientras otros practicaban el boxeo y ponían a prueba sus técnicas más allá de las máquinas, llegando al final de la primera planta, dentro del Rin.

Ese era mi destino.

El rubio caminó delante de nosotras como si se tratara de una pasarela. Saludó a una cantidad considerable de personas y me pregunté si los conocía o si solo lo hacía porque era un ser muy sociable e intenso.

Ignoramos su ronda de saludos y lo seguimos en completo silencio directo al Rin donde el entrenador, Will Singer, le enseñaba a un grupo de principiantes la postura a la hora de lanzar un buen golpe.

– ¡Will singer! – Grité para llamar su atención. Era un hombre alto, musculoso, con muchos tatuajes en sus brazos y piernas, sin embargo, inspiraba todo, menor temor.

Levantó su mirada y me buscó teniendo como guía mi voz.

– ¡Canta una canción!... –Lo molestó Dafne por su apellido e inmediatamente miró en nuestra dirección.

Pidió algo de tiempo a sus estudiantes y caminó hacia nosotras.

– ¡Ustedes dos!... –Gritó mientras se acercaba y deslizaba su mirada por Dafne y por mi– Me han decepcionado...

Will parecía estar al tanto de todo, papá al parecer le había mostrado la grabación a él también. ¿Qué hacía papá mostrando esas grabaciones vergonzosas por doquier?

–Y tú... –Will señaló al rubio.

– Contra mí no tienes nada... –Replicó Aarón orgulloso– Aún no me dejo vencer, yo no soy como este par de tontas que tienes en frente.

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