Capítulo 44

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—¡No puedo creer que esto me pase en mi primer semana de trabajo acá! —se queja Gilly secándose el cabello con una toalla—

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—¡No puedo creer que esto me pase en mi primer semana de trabajo acá! —se queja Gilly secándose el cabello con una toalla—. Esta tormenta va a hacer un desastre en el patio que se supone que tengo que dejar ordenado —se desploma rendido en una silla.

—Estoy segura de que los Báez lo van a entender. No es tu culpa —afirmo.

—Es probable... Pero mejor no corro riesgos. ¡Voy a salir a arreglarlo con tormenta y todo! —menciona levantándose.

—No lo hagas, Gilly —me coloco entre él y la puerta—. Te podés hacer daño.

Él me observa. Seguramente, después de lo que dije, va a decir algo bobo como "¿No sabía lo mucho que te preocupabas por mí, damisela?", con sonrisa seductora incluída.

—De acuerdo —dice serio en lugar de sus usuales comentarios. Regresa a la silla de antes y agrega—. Lamentablemente, van a tener que soportar mi compañía hasta que deje de llover.

Los mellizos festejan.

—Entonces, ¿Puedo mostrarte mi dibujo? —le consulta Aurelia sosteniendo la hoja con ambas manos hacia atrás.

—¡Obvio, princesita! Quiero ver esa obra de arte.

Los ojos de Gilly casi se le salen del asombro, el mismo que sentí yo también al verlo.

—¡Esto es increíble! No... ¡Es inaudito y exquisitamente admirable! —halaga.

La jovencita se ríe.

—¿Y qué significa éso? —pregunta.

—En realidad, no lo sé. Solo lo escuché de muchas personas importantes —le susurra mi amigo como si le contara un secreto.

—¡Ahora mirá el mío, Gilly! —menciona Daniel corriendo hacia él con su papel en mano.

—¡No puedo creerlo! —señala mi amigo sorprendido—. ¿En serio dibujaste éso?

El pequeño asiente sonriendo.

—¡Esto es...! Es... ¿Qué es?

—Sos vos alimentando a los animales —explica—. Pero ellos están tan hambrientos que te persiguen.

Gilly lo observa con detenimiento, luego se echa a reír.

Daniel voltea a verme.

—Emma, ¡Le gustó!

Levanto los brazos festejando con él.

—Así que, ¿Vos estás detrás de esto? —consulta Gilly sonriéndome de lado.

—Yo s oy inocente —afirmo.

—Entonces, ¿No me espiábas mientras alimentaba a los animales?

—Bueno... —comienzo a decir, pero no tengo nada con lo que justificarme—. Siendo así, creo que no soy tan inocente.

—También te vimos hablar con las gallinas —añade Daniel.

¡No Soy Una Damisela En Apuros!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora