Capítulo 35

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Me observo en el espejo

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Me observo en el espejo. Me veo diferente. No puedo decir que no me agrada el cambio.

Ya estoy lista.

Me acomodo el disfraz antes de taparlo con una enorme capa marrón con capucha incluída. No quiero que nadie lo vea antes de llegar al salón de fiesta. Mis padres me esperan en el auto. Al verme salir, me miran con curiosidad. Cuando entro, no pueden evitar preguntarme de qué voy a ir disfrazada esta noche.

—Es una sorpresa —respondo sonriente.

De verdad se van a sorprender...

Tu maquillaje y peinado están impecables —afirma mamá—. Vas a ser la princesa más linda.

—¿Princesa? Seguro va disfraza de alguna exótica flor —agrega papá—. Va a resaltar, sin lugar a dudas.

Me siento bien al oir sus comentarios positivos, aunque en el fondo sé que no van a estar tan felices después. No soy una flor, y menos una princesa. Pero es posible que mi disfraz contraste entre los demás.

Sólamente quiero llegar y ver a mis amigos ahí. Estoy segura de que ellos me van a dar la valentía necesaria para soportar toda la noche en ese lugar plagado de personas con los bolsillos tan llenos de dinero que están vacías en el interior.

Me pregunto cómo habrá hecho Gilly para salir del trabajo más temprano. Últimamente es imposible acercarme a hablar con él cuando mi madre anda vigilando cada uno de mis pasos, por lo que no pudimos intercambiar muchas palabras desde que empezó a trabajar con nosotros de nuevo.

Estacionamos entre decenas de otros automóviles. Pareciera que toda la gente importante de la ciudad está acá.

Cierro bien mi capa antes de bajar.

—¡Sr. y Sra. Scheeneberger! Es un honor darles la bienvenida —los saluda el supervisor de la entrada. Mi disfraz bien escondido le llama la atención, pero agradezco que no dice nada.

Un delicado sonido compuesto por varios instrumentos en perfecta sincronía llega a mis oídos mientras ingresamos a mi nueva pesadilla. Un joven bien vestido se nos acerca.

—Buenas noches, damas y caballero, ¿Me permiten llevar a colgar sus abrigos? Queremos que se sientan lo más cómodos posible —menciona sonriendo ampliamente.

Me percato de que lleva el mismo atuendo que otras personas más en el lugar. Son los empleados más elegantes que alguna vez vi. No estaría nada mal vestirme como ellos.

—No quiero ni una mancha —manifiesta mi madre en un tono frío al entregarle al muchacho su mejor saco.

—Le prometo que no habrá —contesta amablemente.

—Encargate de que no vaya a tocar el piso por nada en el mundo —dice mi padre dándole el suyo sin siquiera mirarlo a los ojos.

—¿Señorita? —me pregunta el joven de manera cortés, esperando mi capa.

¡No Soy Una Damisela En Apuros!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora