Capítulo 4

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El resto de la noche transcurrió en alemán

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El resto de la noche transcurrió en alemán. Tanto ellos como yo estábamos sorprendidos y decepcionados de encontrarnos en aquella fiesta. Mis padres me habían dicho que no asistirían, que estarían en otro lado, y acá estaban frente a mí. Lo mismo dije yo, y es por eso que no pude aceptar su hipocresía cuando me dijeron "du darfst nicht lügen", o en español "no debes mentir", ya que ellos también me habían mentido.

Sin embargo, no fueron ellos quienes salieron castigados por mentir.

No, fui yo.

Obligada a quedarme en mi habitación hasta que "entendiera la gravedad de mis acciones". Al día siguiente sólo me subieron el desayuno a la cama sin pronunciar palabra alguna. Sería mucho más fácil aprender de los errores si ellos pusieran el ejemplo correcto, o al menos intentaran hablar conmigo.

No quise desayunar, sólo pensé acostada en la noche anterior. La hermosa música de la banda, los magníficos ojos azules de Lucca, y por último, en Gilly. Me habían descubierto, pero no sabía nada más de él.

¿Cómo habrá sido su primer baile?

Me asomo por la ventana de mi dormitorio y lo veo. Allá está él, a lo lejos, trabajando la tierra con mi padre al rayo del sol. No puedo evitar pensar en todo lo que hizo para ayudarme a escapar, y eso me hace sonreír. Sin embargo, analizo mejor el plan de ayer... y mi sonrisa se esfuma.

¿Cómo no me di cuenta antes?

¡¡Me estafó ese infeliz!!

Siento como la cólera recorre mi cuerpo. En el momento en el que veo que mi padre se aleja y Gilly queda sólo, abro la ventana y salgo a buscarlo. El vestido hace que cualquier tipo de escape se vuelva difícil, pero no es algo nuevo para mí salir por la ventana, así que lo logro al cabo de unos segundos. Con la mirada fija en él, me aproximo a paso firme, preparando todo lo que le voy a decir cuando estemos cara a cara.

Mejor te sería huir, Gilly...

Él no me ve hasta que estamos a sólo unos pocos metros de distancia, y se sorprende.

—¡Emma! —dice sonriendo extrañado—Creí que no ibas a salir en todo el día.

—Me engañaste —menciono enojada.

—¿Perdón?

—¿Qué hay de la puerta de servicio? —pregunto llevando mis manos a la cintura, la irritación en mi voz clara con cada palabra—. Podría haber salido por ahí, ¿No?

Él queda en silencio, y me vuelve a dedicar una sonrisa pícara, con la boca cerrada.

—Pensé que nunca te ibas a dar cuenta —dice riendo y me enojo aún más.

—Salir por la puerta de servicio hubiese sido mucho más fácil. Me descubrieron por tu culpa, ¡estoy castigada por tu culpa! ¡No puedo salir de mi dormitorio por tu culpa! —digo levantando la voz.

¡No Soy Una Damisela En Apuros!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora