Capítulo 51

47 6 11
                                    

Emma

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Emma

Hago mi recorrido a través de las calles de Berlín. El lugar es tan bonito como en las revistas. Llevo en mis manos una gran cantidad de hojas apiladas ya que, desde que estoy acá los momentos de desánimo no disminuyeron y comencé a escribir los relatos que quizás me habría gustado vivir. Y sí, él formaba parte de ellos...

Mis zapatos nuevos con taco hacen ruido con cada paso que doy. Mi ropa es más lujosa de lo que solía ser. A mis padres les va mejor desde que llegamos a Alemania. No obstante, eso no quiere decir que sea más feliz.

A varios metros de distancia veo algo que me hace frenar en seco. En realidad, es alguien. Con los usuales pantalones oscuros, camisa clara y chaleco marrón de cuero. Sus ondas se mueven con cada gesto que hace. Mi corazón recuerda un viejo dolor y, los momentos que pasamos juntos vuelven a mi mente para torturarme una vez más.

Me acerco, pero veo que él comienza a marcharse, así que corro hasta alcanzarlo. De cerca es aún más similar a Gilly.

—¿Señor? —llamo con curiosidad. Él gira a mirarme y el vacío dentro mío se vuelve insoportable al ver que mis ilusiones vuelven a morir. Le pido disculpas porque no es quien creí. Sigo mi camino intentando superar rápidamente esa decepción, intentando olvidar... Intentando vivir mi vida sin él.

En un instante, todo comienza a desvanecerse y regreso con dificultad a la realidad.

—¡Emma! —grita mi madre desde otra habitación—. ¡Levantate para terminar de preparar todo! Hoy nos vamos.

Abro los ojos con sorpresa.

¿Hoy nos vamos?

Al ver la hora me doy cuenta de que todo lo anterior había sido un mal sueño, o quizás una advertencia. Me rio de mi imaginación, me levanto y empiezo a ordenar las cosas que quedan.

El tiempo pasa rápido y lo último que tomo antes de salir por última vez de mi casa son mis valijas y mi abrigo. Decido que es momento de usar aquel vestido azul que me obsequió mi amiga porque, gracias a lo que me dijo, hoy tendría las fuerzas y valentía necesarias para enfrentar mi miedo y vivir con opmitismo mi vida en Europa. No voy a permitir que ocurra lo mismo que en mi sueño, no debo hacerlo. Tengo que tratar de ser feliz.

Un vecino se había ofrecido a llevarnos hasta la estación, así que nos subimos a su automóvil al salir. Me despido silenciosamente de la casa de mi infancia y le prometo que algún día voy a volver.

Mi madre no para de hablar del viaje en todo el camino, habla maravillas de su país de origen, aunque yo sienta que el cambio pueda ser demasiado para mí. Mientras atravesamos toda la ciudad hasta llegar a nuestro destino, voy disfrutando de la vista por la ventanilla y reviviendo recuerdos en sus calles.

—Supongo que la señorita Scheeneberger no querrá que alguien como yo ensucie su delicada mano, menos por un saludo —responde sonriendo—. Mi nombre es Virgilio Gómez. Soy el ayudante del Señor Luther.

¡No Soy Una Damisela En Apuros!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora