Capítulo 30

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—Estoy muy nerviosa

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—Estoy muy nerviosa... —afirmo observando la puerta de entrada frente a nosotros. Aquella que me separa de comenzar mi primer día de trabajo.

—Conmigo ahí, no tenés de qué preocuparte —dice Gilly sonriendo presumidamente—. Estoy listo para atravesar fuego, hipotermia y derrotar a cualquier monstruo por salvar a mi damisela en apuros.

Revoleo los ojos. Puede ser muy exagerado cuando quiere.

—Solo deseo que no me esperen monstruos en miniatura detrás de esta puerta —susurro.

—Todo va a estar bien. Son unos angelitos.

Respiro hondo, intentando calmarme. Observo a Gilly, quien encuentra mis nervios un tanto divertidos para él. Me agrada mucho tenerlo acá, conmigo. ¡Está usando sus horas libres del fin de semana para acompañarme en mi primer día de trabajo! Si eso no es lealtad, no sé lo que pueda ser.

—¿Estás lista, damisela?

—Eso creo...

—Bien. Acordate que te voy a ayudar en todo —responde. Lo miro extrañada, frunciendo el ceño.

—No quiero que me ayudes —él eleva una ceja, yo continúo—. Necesito saber que puedo hacer esto sola.

—¿Y si todo se saliera de control?

—Si eso ocurriera, supongo que necesitaría que mi fiel caballero me rescate —sonríe de lado, halagado con mis palabras—. Pero, no creo que pase.

Cobro el valor necesario y llamo a la puerta. No tarda en atendernos una mujer con un bebé en brazos. Rápidamente la identifico como la Sra Báez, mi nueva jefa, que nos saluda alegre y nos hace pasar. Llama de un grito a sus hijos para presentármelos, quienes aparecen segundos después.

Son mellizos de siete años de edad. Un nene llamado Daniel, y una nena de nombre Aurelia. Los rasgos entre sí son similares, incluso comparten el mismo cabello castaño. Ambos nos observan a Gilly y a mí con los brazos hacia atrás.

—Parece una princesa, señorita —comenta la niña. Sus ojos recorren mi vestido y sombrero.

Gilly me dijo que era demasiado formal para la ocasión, pero yo opino lo contrario.

—Gracias, Aurelia —respondo feliz de dar una buena impresión.

Lo siguiente son las instrucciones. Mi deber es cuidar de los tres pequeños por dos horas. Al bebé, Felipe, le toca tomar la leche. Así que, ése va a ser mi primer desafío. La Sra Báez me lo entrega en brazos y se despide de nosotros.

—¿Señorita Scheeneberger? —me llama Aurelia una vez que su madre se marchó.

—Podés llamarme Emma —respondo sonriente.

—Está bien. ¿Me deja jugar con su sombrero?

La miro vacilante, luego me lo quito.

—Es algo delicado, puede dañarse con facilidad. Mejor juguemos con otra cosa —contesto intentando sonar lo más agradable posible. Cuelgo mi sombrero en la entrada.

¡No Soy Una Damisela En Apuros!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora