Capítulo 27

56 7 17
                                    

Martes 29 de Octubre de 1929

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Martes 29 de Octubre de 1929.

Lo que parecía ser un día más para nosotros, era en realidad un día histórico al norte de nuestro continente. Y no uno de esos días que se rememoran felizmente año tras año con música, bailes y ricas comidas para todo el barrio. Era un suceso tan devastador, tan apagado y descolorido, que se lo relacionaría en un futuro al negro.

Hoy se produjo el desplome de la economía estadounidense, con la caída más catastrófica de la bolsa de Estados Unidos. Los felices años veinte habían llegado a su final.

Los rumores y especulaciones se habían hecho realidad. La crisis se instalaba inicialmente en la mayor potencia mundial, comenzando un huracán que no tardaría en llegar a nuestro país.

La gente parecía estar de duelo. Por un lado, estaban los que no podían entender que su situación fuera a cambiar tanto a partir de ese momento. Por otro, estaban aquellos que, como mi madre, venían suponiendo que esta catástrofe terminaría sucediendo.

No habían sonrisas. Los murmullos de la gente eran constantes, no se hablaba de otra cosa más que de las grandes multitudes congregadas en las calles de Nueva York, y del miedo de que Argentina se viera afectada en gran manera.

Mi primera reacción fue querer hablar con mis padres. Llevaba días sin saber nada de ellos, y las circunstancias hacían que deseara hablarles más que nunca. Nos acercamos al teléfono público más cercano. Tanto Gilly como yo tuvimos la oportunidad de compartir palabras con nuestros padres. En el tono de voz de los míos percibí la preocupación que la inminente crisis producía. Les aseguramos que regresaríamos a nuestros hogares lo antes posible.

Así fue como nuestro último paseo en Buenos Aires fue interrumpido. En vez de viajar a la tarde, nos tuvimos que marchar antes del mediodía. En el auto, intentamos evitar tocar ese tema de conversación, y hablar de los recuerdos alegres que nos llevamos. No obstante, por más que al vernos él sonreía despreocupado, pude notar el miedo en los ojos de Gilly cuando creía que nadie lo observaba.

Su temor era entendible. No solo no se encontraba económicamente preparado para afrontar una crisis, sino que ni siquiera tenía trabajo. Y, esta nueva situación, obligaría a todos sus hermanos a buscar empleo, incluído el joven Dante.

Supongo que las circunstancias decidieron ser injustas a la hora de afectar a la gente. Puedo imaginarme a mis poderosos vecinos desasosegados al pensar en hacer algunos recortes económicos. Sin embargo, hay personas cruzando la vereda que están intranquilas preguntándose una y otra vez si podrán mantener un techo sobre sus familias. Contando cada moneda para saber si llegarán a alimentar a cada uno de sus miembros. Desesperados por hacer los trabajos que nadie quiere realizar.

¡No Soy Una Damisela En Apuros!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora