Capítulo 12

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Giane se fue

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Giane se fue. Nos dijo que debía volver a su casa y yo supuestamente acompañaría a Eric sólo una cuadra más antes de irme también. La vemos irse sin sospechar nada, volvimos a salvarnos de ser descubiertos. Sin embargo, desde que se marchó mi amiga, es muy silencioso el ambiente con Gilly.

Lo observo de reojo. Busco maneras de romper con este frustrante silencio, hasta que...

—¿Por eso estabas tan mal ayer? —pregunta y agrega— ¿Por el compromiso con Lucca?

—Sí, era eso. Sobre todo, porque mis padres no me consultaron antes de decirlo frente a él.

Asiente en una pausa pensativa.

—De todas formas, si te hubieran contado antes, hubieras dicho que sí.

—No estoy segura, Gilly. Siempre soñé ser algo más que sólamente la amiga de Lucca, y, al volver de Europa, creí que esos sentimientos habían crecido aún más. Sin embargo, algo cambió. Dejé de sentirme preparada para dar ese gran paso.

—¿Qué te hace dudar? —pregunta volviendo su mirada a mí.

Estamos a mitad de la calle pero siento que me falta el aire cuando me observa así de serio, como si quisiera una respuesta inmediata y la encontrara en mis ojos. Intento formar una respuesta coherente pero la verdad es que ni yo sé qué me está pasando últimamente.

—Es que, siento que...

—¿Emma? —me interrumpe una voz detrás mío. Ambos giramos a ver al dueño, quien porta un triciclo lleno de cartas.

—¡Don Arturo! —exclamo felizmente sorprendida de su presencia— Justo nos dirigíamos a tu local para verte.

—¿En serio? —pregunta el anciano confundido. Se quita el sombrero de tela mientras se acerca a saludarnos.

—Queríamos devolverle esto, señor —dice Gilly señalando el traje que lleva puesto.

Don Arturo observa a mi amigo con sorpresa. Luego se gira hacia mí.

—Así que, aquel favor era para él —sonríe y asiente—. Admito que te queda muy bien, muchacho.

—Gracias, señor.

—No me llames señor, te lo suplico. Soy Don Arturo —responde.

Entonces su expresión se congela. Da dos pasos hacia Gilly, parece estupefacto.

—Te queda demasiado bien —su sonrisa se borra. Toma con sus arrugadas manos el brazo derecho de mi amigo y observa la costura de la manga. Inmediatamente, una lágrima cae por su mejilla.

—¿Qué ocurre, Don Arturo? —pregunto preocupada.

Él se aleja de Gilly, sigue mirando el traje que éste lleva puesto, y echa a llorar. Me acerco para tratar de consolarlo. Mientras tanto, veo que mi amigo comienza a quitárselo para devolverlo. Está tan confundido con la situación como yo.

¡No Soy Una Damisela En Apuros!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora