Capítulo 49

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Todos ya saben que, cuando el mundo a mi alrededor está mal, me recuesto en el césped y elevo mi mirada hacia el cielo, buscando una salida a mis problemas

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Todos ya saben que, cuando el mundo a mi alrededor está mal, me recuesto en el césped y elevo mi mirada hacia el cielo, buscando una salida a mis problemas. Desafortunadamente, los días que le siguieron a la noche del incendio solo estuvieron nublados y lluviosos. Y hoy no es la excepción.

Mis valijas ya están armadas, todo está preparado, la casa se ve tan vacía que produce tristeza. Sé que mañana viajaremos en tren hacia Buenos Aires para tomar el barco que nos llevará hasta Alemania, también que viajaremos con los De Simone y Dellamore y que es probable que no volvamos a pisar esta tierra.

Mi madre salta de felicidad, a mi padre ya no le veo dudas en el rostro. Están decididos a irnos. Y por eso estoy acá, recostada en el lugar donde tantas veces nos encontramos con Gigi y Gilly.

Mientras observo las nubes, pienso en cómo estará mi amigo. Después del viaje en el tren, no volví a verlo. En parte, porque mis padres se enteraron de lo que pasó en el restaurante y me castigaron indefinidamente. Sin embargo, ya pasó casi una semana y no sé nada de él.

Seguramente debe tener tantas cosas en la cabeza como yo, si no son más. Ahora que conoce la verdad de su padre no me imagino cuánto debe estar sufriendo.

Siempre me arrepiento de haber dejado que Gilly viniera conmigo, aunque después recuerdo que a veces es mejor saber la verdad, y se me pasa un poco la culpa.

Veo unos pájaros volar por encima mío y eso me transmite tanta paz que cierro los ojos, escuchando su hermoso canto.

—Sabía que ibas a estar acá —dice una voz que me sobresalta.

Abro los ojos y me encuentro con un rostro sonriente que me observa parado a mi lado con las manos en los bolsillos.

Me apoyo y me levanto hasta quedar sentada.

—¿Gilly?

—No —responde—. Soy una obra de tu imaginación que fue creada para que dejes de rogar por ver a ese tal Gilly —se sienta en el cesped conmigo—. ¿Cómo estás, damisela?

—¡Gilly! —me impulso y lo abrazo cálidamente— Estoy mucho mejor ahora que estás acá. ¡Te extrañé tanto! Incluso creí que no te iba a volver a ver antes de irme.

—Adoro esta emoción, pero por favor dejame respirar —pide adolorido y dejo de apretarlo—. ¿Cómo podés tener brazos tan delgados y ser tan fuerte a la vez?

—Soy la maestra del disfraz —contesto sonriendo orgullosa—. Volviendo a lo importante, ¿Qué hacés acá?

—Bueno, quería verte antes de que te fueras. Porque te vas mañana, ¿Verdad?

—Sí, así es —digo algo desanimada.

—Entonces, era importante que te viera una última vez —suspira—. Mañana yo también me voy.

¡No Soy Una Damisela En Apuros!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora