Capítulo 5

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—Muy bien, ahora imitame —le digo y veo de su parte un triste intento de reverencia

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—Muy bien, ahora imitame —le digo y veo de su parte un triste intento de reverencia. Trato de disimular mi decepción para no deprimirlo.

—No tenés que ocultarlo, Emma —dice rendido—. No nací con esos modales refinados, no soy un caballero.

—Sólo tenemos que seguir practicando. Esto es fácil, cuando estés frente a una dama le das un beso en la mano. Seguro eso sí te sale.

Levanta una ceja considerándolo unos instantes. Me toma de la mano derecha, se inclina y la besa.

—Perfecto Gilly, pero siempre mirala a los ojos. Así... —tomo su mano, me inclino, lo miro directo a los ojos y lo beso.

Una sonrisa divertida se escapa de su rostro.

—Sos diez veces mejor caballero que yo.

—No digas eso.

Su expresión se torna seria.

—¿Por qué hacemos esto, Emma? —me mira buscando una respuesta— De verdad, ¿por qué estás acá torturándome para asistir a esa cena? —señala con ambas manos el sitio donde estamos, aquel escondite que habíamos descubierto antes.

—Es sólo que... —sinceramente no sé qué responder— quiero ayudarte a que seas libre, al menos una vez más —menciono recordando lo que me contó acerca del baile.

Entrecierra los ojos. No veo que mi respuesta lo convenza del todo.

—Bueno, si eso querés —dice segundos después. Al menos lo convencí lo suficiente—. Ahora, ¿Qué sigue en la clase de modales, profe? —sonríe ampliamente achinando los ojos, como si fuera un nene chiquito.

Revoleo los ojos ante su burla, pero una mínima sonrisa me traiciona y se escabulle.

—Si te preguntaran cuántos hijos tenés pensado tener, ¿Qué responderías?

Me mira sorprendido, casi tentándose de la risa ante la idea.

—No tengo planeado casarme con su hija aún y querrían saber cuantos hijos tendríamos, ¿Qué clase de personas harían eso?

—La clase alta, Gilly —digo revoleando los ojos—. ¿Entonces?

Se muerde el labio inferior y piensa su respuesta.

—No quiero tener hijos.

—¿Qué? Todos quieren tenerlos.

—¿Vos si? —pregunta con diversión.

—Obvio que sí. Es más, de chica quería tener 10 hijos.

Me observa como si de un segundo a otro me hubiera convertido en el monstruo debajo de su cama y tuviera que correr de mí.

—No me mires así —digo enfadada ante su reacción—. No querés tener hijos porque seguro nunca te enamoraste.

—Ni pienso hacerlo —menciona sonriente e inclina la cabeza—. No creo en el amor.

¡No Soy Una Damisela En Apuros!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora