Capítulo 3

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Quedo muda por unos segundos

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Quedo muda por unos segundos. Las palabras desaparecen al encontrarme con la persona menos imaginada en un momento tan crítico. Mi respiración está agitada de huir, mi mirada clavada en sus ojos cafés. Su expresión indescifrable, está sorprendido de verme al igual que yo, pero noto una pizca de felicidad, una leve sonrisa al decir mi nombre.

—Va a tener que pagar por esos platos, ¿sabía? —rompe el silencio. Todavía siento que me sostiene, por lo que rápidamente me aparto dando dos pasos hacia atrás.

—¿Qué hacés acá? —pregunto confundida.

—Trabajo de cocinero también —observa mi vestimenta y me mira intuitivamente levantando una ceja—. Dudo que con su bella apariencia se encuentre acá por trabajo, ¿en qué está metida?

Suspiro y lo llevo a la ventana de la puerta por donde ingresé. Le señalo al matrimonio del que escapo, que ahora conversa con su hijo, Lucca.

—No puedo dejar que ellos me vean, porque me reconocerían y yo... —cierro la boca sin terminar la oración. No debería contarle todo a este desconocido. Él conoce a mis padres. Todo lo que le diga puede ser utilizado en mi contra.

—¿Usted qué? —pregunta curioso.

—Es una razón tonta.

—Aún tengo unos minutos más antes de que el resto demande más comida. Me gustaría escuchar esa razón, por más tonta que sea —dice con aires de caballerosidad.

—Pero, ¿Cómo podría confiar lo suficiente en vos como para contarte cosas sobre mí?

—¿Ve a alguien más a su alrededor que pueda ayudarla? —retruca con otra pregunta. Y por algún motivo, decido confiar.

—No fui invitada, y con mi amiga asistimos de todas formas, ésa es la razón.

Lo miro para descubrir algún síntoma de malicia en su expresión, pero solo asiente de manera pensativa.

—La voy a ayudar. —menciona.

—¿Qué?

Me dedica una sonrisa pícara.

—Puedo ayudarla a salir sin que ellos la vean, pero voy a necesitar algo a cambio.

Levanto las cejas. Esto es inconcebible ¿En serio voy a tener que pagar por su ayuda?

—No le voy a pedir plata, sólo quiero algo sencillo —responde leyendo mi expresión—. Quiero entrar a la fiesta, ser uno más. Y necesitaré hacerlo si voy a distraer a esas personas mientras usted abandona el salón.

—En primer lugar, no sigas tratándome de usted porque ya me está irritando. En segundo lugar, ¿quién se va a quedar en la cocina mientras te escapes? —inquiero.

—Nadie. Pero no me van a extrañar por estar ausente solo unos minutos. Sos la primera visita que tengo en lo que va de la noche.

—Bueno, a ver ¿De qué les vas a hablar para distraerlos?

¡No Soy Una Damisela En Apuros!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora