Capítulo 21

69 7 7
                                    

Con los ojos cerrados, los nervios acelerando mi respiración, y mi inquietud por lo que pasará a continuación; los segundos se vuelven eternos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Con los ojos cerrados, los nervios acelerando mi respiración, y mi inquietud por lo que pasará a continuación; los segundos se vuelven eternos. Instantes cruzan por mi mente en formato de mini clips de recuerdos.

—Hija, ¿Otra vez arrancaste mis Dalias? —dice mi madre cuando me ve entrar cubierta de barro hasta la cabeza.

Tengo mis brazos atrás, ocultando las bellas flores en mis manos.

La expresión de ella se suaviza y me invita a sentarme en sus piernas.

No se arrebata algo hermoso para demostrarle tu aprecio. Si de verdad sentís cariño por algo, lo vas a cuidar y vas a dejar que brille para todo el que lo vea.

Miro la flor en mi mano, luego levanto la cabeza hacia mi madre.

—¿Y si no vuelvo a ver una flor tan bonita?

Sonríe y me da unos toquecitos en la nariz jueguetonamente.

—Entonces, vas a entender que la belleza de una flor no se refleja en sus pétalos, sino que está en sus raíces.

Ese día no comprendí a cabalidad lo que me quiso decir, pero fue suficiente para que dejara de arrancar su jardín.

—Emma... —me llama una voz que me regresa a la realidad— ¿Estás bien?

Abro los ojos. Mi corazón todavía late agitado y sigo agarrada a la persona que me habla preocupado.

Me suelto de él. Se da la vuelta cuidadosamente para quedar frente a mí. Ya frenamos, no veo al conejo en ninguna parte, pero no es por eso que quedé tan pensativa. Gilly acaricia mi mejilla buscando con sus ojos cafés alguna respuesta en los míos por mi estado de conmoción.

—Perdoname, damisela —dice con tristeza sincera en su mirada. Se siente culpable pero no sabe que no estoy así por su culpa, sino por mi recuerdo de cómo eran las cosas antes.

Me tiro sobre él y lo abrazo con todas mis fuerzas. Con mi cabeza enterrada en su pecho, deseo una y otra vez volver a mi niñez. Nada me gustaría más que mi madre volviera a mirarme de la manera en que antes lo hacía.

¿Por qué cambió todo? ¿Fue porque me portaba mal?

Gilly me sostiene fuerte. Planta un beso en mi cabello. Parece haberse dado cuenta de lo que me ocurre realmente, porque me susurra algo que había estado deseando escuchar por mucho tiempo.

—No es tu culpa, Emma. No sé que sería mi mundo si no estuvieras a mi lado —me hace soltarlo lo suficiente para mirarme a los ojos—. Sos tan valiosa que me duele que te hayan hecho creer que no lo sos.

Sus palabras y el dolor reflejado en sus ojos mueve cada fibra dentro de mí. Él también fue ignorado, su padre lo abandonó, la madre no cuidó ni de él ni de sus hermanos como se merecían. Creció trabajando para mantener a su familia, y viendo como sus hermanos menores hacían lo mismo. Sufrió mucho más que yo.

¡No Soy Una Damisela En Apuros!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora