Capítulo 45

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En medio de la lluvia, Gilly y yo llegamos a una humilde vivienda

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En medio de la lluvia, Gilly y yo llegamos a una humilde vivienda. Nos da la bienvenida un cachorro que, al ver a amigo, lo salta felizmente.

—Vení Gringo, te presento a Emma.

El juguetón perrito se me acerca con cuidado. Veo que hace honor a su nombre, es de un hermoso pelaje blanco y ojos de diferentes colores, uno celeste y el otro miel. Recuerdo que el nombre de esa condición es heterocromía.

—Hola Gringo. ¡Qué hermosos ojos tenés! —menciono acariciando su cabecita. Él se emociona y también me salta alegre.

Al levantar la cabeza, veo que Gilly me observa sonriente. Éso me levanta el ánimo, más después de la pequeña controversia que tuvimos minutos atrás.

La lluvia no hace más que intensificarse, por lo que él se apura por sacar sus llaves y abrir la puerta.

—¡Bienvenida al hogar Gómez! —exclama Gilly invitándome a entrar.

Lo que percibo al dar los primeros pasos es que, al igual que desde afuera, la casa está impecablemente cuidada y pintada. No tener muchos recursos no los priva de poseer una bonita residencia. No obstante, éso no es lo único que noto. También hay mucho movimiento y ruido provenientes de diferentes lugares.

—¿Ya llegaste, hijo? —grita una mujer desde otra habitación.

—¡Sí, mamá! Y traje visitas.

—¡¿Visitas?! —se escucha que se le cae algo de metal.

Por lo visto, su madre está en la cocina. Se apresura por salir a vernos, con el delantal puesto y algo de harina en el rostro.

—¡Emma! —nombra asombrada al verme—. ¡Ya pasó tanto tiempo desde que nos vimos! ¿Cómo estás? —me abraza cálidamente sin dudarlo. Es igual de amable que la vez que asistí a una de sus fiestas.

—Estoy bien, señora. Lamento llegar sin previo aviso —replico.

—¡No hay ningún problema! Y ya sabés, nada de "señora" conmigo, decime solo Catalina —señala con una gran sonrisa. Luego ve a Gilly—. Vos, muchachito, más te vale que la trates como una princesa —de todas formas, también lo abraza.

—Mamá, no hace falta que lo menciones.

—Entonces, ¿Por qué todavía no la invitaste a tomar asiento? Y mirá, ¡Tiene el pelo empapado!

—¡Es que acabamos de entrar! —contesta Gilly.

—Por favor, no se preocupe por mi cabello, señora Catalina. De todas formas voy a recogérmelo —menciono.

Cuando vuelve a mirarme, sus ojos caen al saco que estoy usando, el cual terminé aceptando que me lo preste su hijo. Parece satisfecha.

—Bueno, voy a dejar que se acomoden. Ya vuelvo con la torta —dice y en el camino recuerda algo, así que gira a verme y agrega— ¡Y si no te trata como debería avisame!

¡No Soy Una Damisela En Apuros!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora