Capítulo 28

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—¡Es la peor idea de todas! —menciona mi amiga mientras me ve subirme al caballo pura sangre negro con el que voy a correr

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—¡Es la peor idea de todas! —menciona mi amiga mientras me ve subirme al caballo pura sangre negro con el que voy a correr.

—Admito que esa vestimenta te queda bien —afirma Gilly acerca de mi ropa para montar, que incluye pantalones, botas, e incluso casco.

Le sonrío en agradecimiento.

—En serio, Emma. No tenés que hacer esto. Puede ser peligroso, puede salir mal.

Los intentos de Giane por hacerme cambiar de opinión son en vano.

—Gigi... No me voy a quedar de brazos cruzados mientras veo como Marena, la italiana perfecta, se acerca precipitadamente a Lucca —respondo—. Voy a aparecer en esa carrera y, cuando me vean, anhelo ver sus expresiones de asombro.

—Supongo que eso será pronto —dice Gilly.

—Empieza en quince minutos así que en cualquier momento podrían llegar.

Señala con la mirada algo detrás mío. Entonces entiendo a lo que se refería. Volteo para encontrarme con dos caballos aproximándose, ambos jinetes conversando entre sí. Uno es rubio y la otra es pelirroja.

Me acomodo en la montura, preparándome para ver sus reacciones al verme.

—Mejor me voy antes de ser descubierto.

—Tenés razón, Gilly.

—¿Me prometés que vas a estar bien?

Libero mis nervios en un gran suspiro antes de contestarle.

—Subirme a la moto con vos en Buenos Aires cuando no sabias manejar fue más peligroso que esto. No hay de qué preocuparse ahora.

Los ojos de Giane se abren en sorpresa al enterarse que él no sabía manejar. Seguramente puede entender mejor la razón por la que elegí ir con él aquella vez.

Él no parece convencido, se acerca a mí con expresión de preocupación.

—Esta vez es diferente. No voy a poder estar ahí si algo te pasa.

Le sonrío cálidamente.

—No creo que nada me pase. Y si llegara a pasarme algo, Lucca va a estar ahí.

Asiente seriamente con la cabeza.

—Va a ser mejor que me vaya, entonces.

Pasa la mano por su cabello, desordenándolo un poco mientras se aleja caminando. Coloca ambas manos en los bolsillos de sus holgados pantalones de trabajo y lo observo marcharse. Un sonido me trae de vuelta a la escena a la que me estaba preparando para enfrentar. Escucho los pasos de los dos caballos viniendo en mi dirección.

Están muy cerca. Finjo acomodarme en la montura como si no supiera que ellos están ahí. Evito mirarlos mientras pasan por al lado mío. Quiero que él me reconozca. Pero no sucede. Continúan su camino como si nada, charlando entre sí.

¡No Soy Una Damisela En Apuros!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora