Capítulo 47

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Ponemos el plan en marcha

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Ponemos el plan en marcha. Contando con la ayuda de un par de personas más, se vuelve mucho más simple.

Regreso a mi asiento con los demás. La Sra. Dellamore me pregunta cómo me fue, Giovanni me observa detenidamente al responder, pero yo actúo normal. Le digo que conseguí que alguien más haga mi pasta, cuando en realidad es el mismo plato que me llevé en un principio.

Ahora, lo que debo hacer además de esperar es incluir a Lucca. Ni bien terminamos de almorzar, le pido conversar afuera. Él no duda en acompañarme, aunque sé que nota algo extraño en mi mirada.

—Emma, ¿En qué lío raro te estás planeando meter? —curiosea al salir.

—No voy a negarlo, voy a meterme en problemas. Y necesito saber si me ayudarías con algo muy sencillo —explico.

—No hay chances de hacerte cambiar de opinión, ¿No?

Niego con la cabeza. Él ríe, sabiendo que ésa sería mi respuesta.

—Está bien. Decime qué tengo que hacer y consideralo hecho.

Sonrío. ¿Desde cuándo él acepta hacer algo así sin tener que convencerlo antes?

Una vez se acerca la hora del postre, sé que está todo listo para comenzar. Me levanto y pido que me disculpen. Cuando me preguntan adónde voy, les respondo que al tocador. Y en parte es cierto, sí me dirijo hacia allá, pero no al que ellos creen.

Antes de entrar al baño principial, compruebo de reojo que Giovanni está muy atento a mis movimientos.

¡Vamos, Lucca! Es tu momento.

El rubio hace un ademán brusco y provoca que se derrame su copa entera sobre su padre. Éste salta hacia atrás intentando evitar que se dañen su camisa y saco.

Aquello me toma por sorpresa. Le dije a Lucca que solo tenía que concentrar a Giovanni en otra cosa. Esperaba que le contara algo o lo hiciera hablar, no que fuera a arrojarle su bebida encima. Sin embargo, no me quejo. Continúo con lo que sigue en el plan y entro al baño de servicio. Ahí me espera mi atuendo de mesera, que conseguí gracias a la ayuda de la mujer que me llevó hasta Gilly.

Con el uniforme puesto, me mezclo entre los demás empleados e ingreso nuevamente a la cocina. Veo a mi amigo en un extremo y me acerco a él.

—Te ves bien, damisela —halaga haciéndome dar una vuelta.

—Vos tampoco te ves tan mal —señalo acomodando su moño.

Noto que él también está listo. Ahora solo nos queda la parte final, la frutilla del postre.

—Ya una vez nos encontramos en una cocina y fuiste vos quien salió disfrazado para ayudarme —agrego—. Esta vez, se cambian los papeles.

—De todas maneras, espero que lo recuerdes... No soy una damisela en apuros, Emma —menciona Gilly imitando mi voz y gestos.

¡No Soy Una Damisela En Apuros!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora