Capítulo 19

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—¡Chicos! Asegúrense de tener todo en sus valijas

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—¡Chicos! Asegúrense de tener todo en sus valijas. No se olviden de nada —escucho que menciona Francesca cruzando el pasillo de nuestras habitaciones.

Es muy temprano, pero creo ya tener todo listo. Me aseguro de que el libro nuevo entre en alguna parte, apretado. Sé que, ni bien abra esa valija de nuevo, va a explotar en mi cara. Sin embargo, cuando salgo, la sala está completamente vacía, no siento voces ni ruido.

¿Dónde están todos? ¿Tanto tardé?

Me empiezo a asustar imaginando cada posible opción para explicar lo que sucede, y ninguna es de mi agrado. Entonces siento un pequeño pellizco en la parte de atrás de mi brazo izquierdo. Volteo asustada, pero tampoco veo a nadie ahí.

Vuelvo a girar, y me encuentro a mi amigo de ojos cafés mirándome con sonrisa burlona.

—Buen día, damisela —dice con su voz más ronca de lo normal por recién despertarse—. ¿Tan miedosa sos?

—¡No me asusté! —reclamo frunciendo el ceño.

Él da unos pasos hacia mí, ensanchando la sonrisa. Su repentina cercanía me incomoda.

—Sí, claro.

Su sarcasmo es notable, al igual que la profundidad en sus ojos que me da tantas preguntas.

Recuerdo la última vez que me hizo esto. Cuando se puso el traje por primera vez en el baile de bienvenida, y se acercó tanto que logró ponerme nerviosa y dejarme sin palabras. Siento mis mejillas rojas nuevamente, y debo actuar si no quiero que me manipule como antes.

—Te ves terrible —digo colocando mis manos en su pecho y empujando para conseguir espacio. Lo cual no sucedió, porque no pude moverlo. Solo logré que deje de avanzar.

—¿Terrible? —levanta una ceja, curioso.

—La cara de dormido no te favorece, Gilly.

No parece para nada dolido ante mi afirmación. Es más, vuelve a sonreírme, como si acabara de hacerle un cumplido. Baja la mirada y toma mi mano suavemente.

—Vos te ves... —me mira con la misma intensidad que antes y no puedo evitar que mi corazón se acelere un poco— Despeinada.

¿Qué? Lo último que me imaginaba era que dijera esa última palabra. ¡Recién me había peinado! Aunque, pensándolo bien, no me había visto al espejo... así que, capaz mi pelo no había quedado bien.

Gilly se rie ante mi reacción. Levanta mi mano y coloca un pequeño beso en ella, antes de darme la espalda y dirigirse hacia la puerta.

—¿Venís a Buenos Aires? No nos van a esperar eternamente —afirma una vez que sale. Yo no me moví del lugar por estar arreglándome el cabello como mejor puedo. Con esa pregunta vuelvo a mirarlo.

Afuera están todos los demás, acomodando sus valijas y revisando que esté todo. Nos saludan cálidamente al vernos, una multitud de Ciao para ser exactos.

¡No Soy Una Damisela En Apuros!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora