Capítulo 48

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Horas después de haber salido, ingresamos en nuestro destino, la ciudad de Goya

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Horas después de haber salido, ingresamos en nuestro destino, la ciudad de Goya. A través de la ventanilla, noto que se trata de una localidad con mayor población que Bella Vista, muy bien cuidada y bonita a los ojos.

—Momento de despertarse, bella durmiente. ¡Llegamos! —informo a mi amigo, que se empieza a mover.

¡Finalmente mi brazo es liberado! Por no querer molestarlo y correrlo, dejé que se me durmiera más de tres veces.

—¿Me dormí? —pregunta con una extremada voz de dormido.

—¡Para nada! Solo cerraste los ojos y nos trajiste hasta acá con el poder de tu mente —bromeo.

Él se vuelve a acomodar en mi hombro.

—Que me despiertes con tu sarcasmo es de las mejores cosas que podrían pasarme —balbucea. Luego, mira por la ventanilla—. Entonces, ¿Es en esta ciudad en la que vive mi desconocido abuelo?

—Así es... Pero, no va a ser desconocido por mucho tiempo más —le sonrío y, más allá de su cara de dormido, puedo percibir algo de incertidumbre—. Si no estás seguro de hacerlo, todavía podés evitarlo.

—Quiero hacerlo. Solo, ¿Me dirías que todo va a estar bien, Emma?

—Absolutamente todo va a estar de maravillas, Gilly. Y, si pasa algo, yo siempre voy a estar ahí para apoyarte.

—Es lo que necesitaba escuchar —menciona más animado—. Ahora, ¡Vamos a irrumpir en la casa de los Gerondi!

¿Irrumpir? Creo que está exagerando pero, me alegra ver el entusiasmo que demuestra por hacerlo.

Veo la dirección que nos dejó Pierre anotada.

—Bueno... ¡Allá vamos!

Minutos después, estamos frente a la casa con el mismo domicilio. Me parece algo extraña. Quizás la esperaba mucho más lujosa y ostentosa, sin embargo, es una vivienda normal. Lo que no es común para nada es el auto que está estacionado en la entrada, que imagino que debe ser de Pierre.

—¿Estás segura de que es acá?

—Se supone que sí —respondo—. Creo que vamos a tener que averiguarlo.

Me acerco y toco la puerta.

A Gilly se lo ve nervioso. Se arregla el pelo, pone las manos en los bolsillos, se acomoda la ropa y lo vuelve a repetir.

Segundos más tarde, la puerta se abre. Unos ojos verdes me reciben desde adentro y, al verme, sonríe.

—Mademoiselle Emma —saluda en un buen acento francés y planta un beso en mi mano—. ¡Qué felicidad me da ver su rostro!

—Igualmente, Pierre.

—Espero que estés feliz de verme también —comenta Gilly apareciendo a mi lado.

¡No Soy Una Damisela En Apuros!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora