Capítulo 35

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Spray de pimienta


Mangel volvió a mirar a Rubén, quien también lo estaba mirando con sorpresa; obviamente él había escuchado lo que Andrés había dicho.

Mangel fingió desdén, pero internamente estaba gritando de angustia y solo estaba esperando que Rubén dijera algo que sirviera como excusa para quedarse...

Si él le suplicaba que no se fuera, él se quedaría a su lado, incluso si eso significaba desobedecer a Samuel.

Rubén lo miró a los ojos y abrió la boca para decir algo, como si de repente hubiese escuchado los pensamientos de Mangel.

"Vete", le dijo a secas.

Mangel se quedó perplejo y sintió su corazón romperse. "Rubén...".

"Señor Miguel, se hace tarde", le recordó Andrea desde la puerta.

"Lo sé, ¡No tienes que seguir repitiéndolo!".

Frustrado por el rechazo de Rubén, Mangel se marchó inmediatamente y le gritó al asistente de su tío: "¡Vámonos!".

A lo que Andrés asintió y cerró la puerta de la habitación para ir tras él.

Mientras tanto, Samuel estaba viéndolo todo desde la sala VIP del hospital; con las manos cruzadas sobre su regazo, observaba a Rubén en la pantalla. Sus ojos eran tan sombríos como el cielo a media noche.

Al cabo de un rato, abrió su laptop y comenzó a trabajar en sus quehaceres de rutina de las mañanas. De vez en cuando le echaba un vistazo al monitor para ver cómo estaba Rubén.

Luego de varias horas, su teléfono empezó a sonar. Era una llamada de Andrés.

"Señor Samuel, el señor Miguel tuvo un accidente de camino al aeropuerto".

"¿Quién iba conduciendo?".

Andrea hizo una pausa y después tartamudeó: "El mismo señor Miguel".

Entonces, Samuel se cuestiona: "¿Fue a propósito?"

Pero Andrés no respondió directamente, sino que le dijo: "Revisé bien el auto luego de que sucediera, pero no pude encontrar ningún problema en él; la explicación del señor Miguel fue que se distrajo mientras conducía".

"¿Y ahora dónde está él?".

"En el hospital más cercano al aeropuerto; me temo que sufrió una lesión en el brazo pero no es nada grave".

"No permitas que se mueva de allí".

Enseguida, Samuel colgó el teléfono. La decepción en su rostro era evidente.

Tal parecía que Miguel estaba jugando con él.

Y ahora que su sobrino estaba lesionado no podría enviarlo a la sucursal de la compañía en Londres Samuel sabía que por mucho que lo obligara, el abuelo nunca estaría de acuerdo.

Al día siguiente en la mañana, Samuel llegó temprano a la compañía a pesar de no haber dormido en toda la noche.

Andrés también llegó puntual y cuando entró en la oficina le informó a su jefe: "Señor Samuel, el señor Miguel ha pedido su traslado al hospital donde se encuentra el joven Doblas. También ha requerido que lo dejen estar en la misma sala donde se encuentra el".

"Eso no va a pasar".

Samuel ni siquiera levantó la cabeza, pues sus ojos seguían fijos en el papel que estaba leyendo.

"Me temo que el señor Miguel se opuso a mi consejo y se transfirió él mismo al otro hospital".

Finalmente, Samuel levantó la cabeza y miró a Andrés con frialdad.

Los besos de SamuelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora