El broche
Enseguida, Rubius agarró chocolate del pastel y se lo echó a Samuel en la cara sin contemplación. Samuel se veía de lo más cómico estando todo cubierto de pastel, él no podía verse a sí mismo, pero lo suponía por la reacción de Rubén. Entonces, esbozó una sonrisa y se limpió el chocolate de la cara: "Tú también deberías probarlo". Y antes de que pudiera reaccionar, Samuel le embarró la cara con el chocolate que tenía en la mano, dibujándole un divertido bigote, Sin darse cuenta, Rubén saboreó el chocolate sobre sus labios. Estaba tan dulce que entrecerró los ojos por un momento. Y tan pronto como se descuidó, Samuel volvió a llenarlo con más pastel
Dos adultos como ellos jugando como si fueran dos niñitos era algo que no se veía muy a menudo. Para cuando se detuvieron ya estaban todos embarrados en pastel, además de agotados.
Mientras Samuel fue a limpiarse al baño Rubius se deslizó hasta la puerta y miró a través de la mirilla para ver si Mangel estaba allí. Tal como temía, él todavía se encontraba sentado afuera sosteniendo el pastel y luciendo paté tico.
Ya eran casi las nueve en punto, ¿por qué seguía allí? ¿Acaso planeaba dormir en el suelo? Entonces, Rubius se alegró de no haber hecho mucho ruido mientras jugaba con Samuel hacía un rato.
Pero si Mangel no se marchaba en toda la noche, entonces Samuel tampoco podría irse...
Rubius puso la cabeza gacha y camino de un lado al otro, completamente perdido en sus pensamientos, hasta que se topó con el pecho de Samuel.
Rápidamente, él aprovechó la oportunidad para sostenerlo en sus brazos, pero se aseguró de no hacerlo durante mucho tiempo por miedo a que el pudiera incomodarse con tanta intimidad. Luego le preguntó suavemente: "¿Qué pasa?".
"Mangel sigue ahí afuera...", le susurró Rubén.
"¿Mangel?", dijo samuel un poco confundido
"Es el apodo por el cual decidí llamar a Miguel Ángel", respondió Rubén
"A entiendo, apuesto a que planea quedarse toda la noche allí esperando que le abras la puerta y lo invites a entrar".
"¡De ninguna manera!", dijo Rubén con firmeza y luego añadió: "No le pienso abrir la puerta".
Además, Samuel estaba en su se departamento y si ambos se encontraban sería como si una bomba nuclear estallara en su edificio. ¡De ninguna manera el permitiría que algo así pasara!
"¿Entonces, quieres que me vaya o que me quede a pasar la noche?", le preguntó Samuel, levantando ligeramente una ceja.
Ahora Rubius estaba entre la espada y la pared. Luego de pensarlo por un rato, finalmente le dijo: "Te puedes quedar esta noche siempre y cuando no te aproveches de mí".
"Ya eso me suena repetido", le dijo él y la luz en sus ojos se atenuó repentinamente, pero se recuperó en un instante y replicó: "¿Crees que si quisiera aprovecharme de ti estarías tan tranquilo ahora mismo?".
Si Samuel quería algo, nadie sería capaz de interponerse en su camino. Así que, si no lo hacía era porque no tenía la intención de hacerlo o porque se estaba controlando para no hacerlo.
"Bueno, su lógica tiene sentido', pensó Rubius. De todas formas, no tenía más opción que dejar que él se quedara.
Mientras Rubén seguía ensimismado, Samuel sacó algo de repente y se lo entregó a Rubén.
Era una cajita bellamente decorada. "¿Qué hay dentro?", le preguntó Rubén.
"Solo ábrelo".
Cuando Rubén abrió la caja, quedó deslumbrado por lo brillante que era el broche de piedras preciosas que había dentro.
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Los besos de Samuel
Romance"Si pudieras pedir un deseo, ¿qué pedirías?". "Pediría que me amaras otra vez, Samuel... Pero esta vez, para siempre". En el pasado, él lo amó incondicionalmente, pero lo perdió cuando perdió la memoria. Rubén se quedó al borde del colapso cuando se...