Los besos de Samuel

Capítulo 20

No tengo tiempo para juegos

"Mamá, terminé con Mangel".

"Mmm... emm...". La Sra. Doblas lloró con impotencia. "Ya intentamos por todos los medios posibles, pero aun así no nos alcanza el dinero, tu padre morirá si no logramos pagar los gastos hospitalarios".

Rubén, muy nervioso, le prometió: "No te preocupes, mamá, encontraré una solución... tengo seis mil dólares disponibles, te los transferiré a tu cuenta".

Acababa de graduarse hacía casi un año, por lo que su salario no era muy alto, pero había ahorrado cada centavo que pudo, por eso tenía esos seis mil para apoyar a sus padres.

Ya que su madre consideraba innecesario que volviera a casa para cuidar de su padre, lo único que Rubén podía hacer era enviarles ese dinero para el tratamiento Un repentino sentimiento de desesperación y desconcierto comenzó a crecer en su corazón.

¿Cómo conseguiría el dinero? ¡Después de todo, era la vida de su padre la que estaba en riesgo!

Rubius se rascó la cabeza, y finalmente recordó el dibujo que había diseñado y que le había ayudado a ganar el concurso... Entonces se preguntó cuánto podría ganar si vendía los derechos de autor.

Sin embargo, tampoco estaba seguro de que esa idea funcionara, pues su reputación como diseñador había sido manchada, y eso ciertamente devaluaría el diseño. Afortunadamente, sus padres no utilizaban mucho las redes sociales, de lo contrario, lo sucedido en la competencia les daría más razones para preocuparse.

"¡Veamos a ver qué pasa!", dijo Rubius, mientras ofertaba el diseño en línea, aunque sabía que era muy probable que no lograra nada.

Tal como esperaba, todos los malintencionados comentarios brotaron como el agua de un manantial.

Trató de no leer las críticas y se concentró en su búsqueda de trabajo, enviando solicitudes. Sin embargo, hasta ese momento se sentía en un callejón sin salida. No obstante, recibió un mensaje privado de alguien a través de la página en donde había ofertado su diseño.

Con pocas esperanzas comenzó a intercambiar algunas palabras con el comprador, pero sorpresivamente y sin más demora, la persona compró su boceto sin ningún tipo de regateo o negociación de por medio.

Rubius se sorprendió un poco al recibir la notificación bancaria en su celular.

Se preguntaba si había pedido muy poco, ya que su precio inicial de treinta mil dólares había sido aceptado tan rápidamente.

¿Y si hubiera pedido cien mil? Podría pagar el tratamiento médico de su padre el solo...

Al darse cuenta de lo que estaba pensando, Rubius sacudió rápidamente la cabeza para recuperar el sentido.

Sabía que, con todos los rumores en Internet acerca de su supuesto plagio en la competencia de diseño Gráfico, era un milagro que hubiera podido venderlo sin esfuerzo. ¿Cómo podría incluso pretender subir el precio?

Rubén expresó en silencio y de corazón su gratitud al comprador, antes de acreditar el monto a la cuenta de su madre.

Pero él sabía que estaba lejos de ser suficiente para llegar a los 120 mil que necesitaban.

Debido a la influencia de Mangel en Karmaland, era casi imposible para el encontrar un trabajo relacionado con el diseño Gráfico en ese momento. ¿Qué más podía hacer? Se preguntaba qué tipo de trabajo le proporcionaría dinero de manera fácil y sencilla.

Unos días más tarde, ya por la noche, Rubius apareció en un club exclusivo de Karmaland, donde había encontrado un nuevo trabajo vendiendo vino de lujo, un empleo bastante bien remunerado, una vez que comenzara a vender