Capítulo 28

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No soy exigente con la comida


En ese momento Rubén tomó las flores con precaución observando los rostros de todas las personas. Una inexplicable y cálida sensación lo abrumaba desde el fondo de su corazón.

"Siempre y cuando no vuelva a suceder", dijo Rubius.

Ellos, avergonzados, bajaron la cabeza y dijeron: "Joven Rubén, de ahora en adelante haremos todo lo posible por distinguir el bien del mal y jamás volveremos a actuar de esa forma. Gracias por ser tan generoso".

A decir verdad, todos eran A buenos chicos, con integridad y valores. Que habían actuado de forma impulsiva, influenciados por personas perversas que se aprovecharon de su odio contra el plagio y su ignorancia acerca de las leyes de protección de derechos de autor.

Pero ahora que estaban arrepentidos por todos sus actos, habían aprendido su lección corrigiendo su error.

Después de que todo se aclaró, Rubius intercambió algunas palabras con ellos. No obstante, cuando se disponía a marcharse, la multitud nuevamente se abalanzó sobre él y de manera frené tica, le suplicaron: "Joven Doblas, ¿me puede dar su autógrafo, por favor?".

"¡Rubén, ahora soy tu admiradora!".

"¡Rubén, Rubén, ¿me puedo tomar una foto contigo!?".

La multitud estaba tan entusiasmada como si fueran grandes admiradores suyos. Y como jamás había pasado por una situación similar, Rubius no sabía cómo debía reaccionar en absoluto. "No hay prisa. Con cuidado. Por favor no empujen...".

La multitud que trinaba pronto ahogó la voz de Rubius, quien se encontraba rodeado por todos lados. En ese momento alguien se tropezó con él por accidente y antes de que pudiera reaccionar, había perdido el equilibrio.

"Ay...". Rubén dejó escapar un breve grito de desesperación. Aunque para su sorpresa, no cayó como había pensado. Ya que justo cuando estaba a punto de caer al piso alguien con brazos bastante fuertes lo tomó y lo abrazó logrando asegurarlo.

El sujeto lo ayudó a ponerse de pie antes de que tuviera tiempo de ver su rostro. Luego sostuvo firmemente su muñeca con su enorme mano, para después escapar rápidamente de la multitud junto con él.

La multitud estaba perpleja ante la repentina desaparición de Rubén y cuando se dieron cuenta ya él estaba lejos.

Al ver a los dos que escapaban juntos, una de las chicas en la multitud preguntó: "¿Quién es ese hombre que se lleva a Rubén?". "Se parece mucho a Samuel Rogel...".

En ese momento otra chica miró hacía la misma dirección, pero tampoco pudo reconocer quién era el hombre y respondió: "¿Por qué Samuel Rogel vendría aquí? Ya estás inventando cosas".

"Puede ser", admitió la otra chica.

Antes de que Rubén se diera cuenta ya había recorrido una larga distancia en compañía de ese sujeto. Hasta que finalmente grito: "Más despacio...".

En ese momento el hombre se detuvo. Se dio la vuelta y miró la cara de Rubén mientras decía burlonamente: "¿Te cansaste con tan corta distancia?".

Al escucharlo Rubius levantó la mirada para ver de quien se trataba. Por lo que, asombrado, tan solo tartamudeó: "¿Sa... Samuel...?".

Samuel levantó su hermosa ceja y preguntó: "¿Asombrado?".

Rubius gritó en su mente: 'Por supuesto que estoy asombrado'. Pero simplemente preguntó: "¿Qué haces aquí?", mientras trataba de zafarse de su agarre, pero Samuel no tenía intenciones de dejarlo ir.

Los besos de SamuelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora