Capítulo 43

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Mi intención es estar contigo


El tiempo corría y Rubius no dejaba de dar vueltas por todo el apartamento, mientras Samuel estaba sentado impasible en el sofá.

Afuera, Mangel acababa de despertarse y al darse cuenta de que ya era hora de que Rubén fuera a trabajar, la llamó a la puerta: "Hora de levantarse, ¡Rubén!".

Pero en lugar de responderle, Rubén buscó la mirada de Samuel como pidiéndole consejo sobre qué hacer.

Por desgracia, él solo lo miró con impotencia y le dijo: "De verdad no tengo idea de qué hacer".

Angustiado, Rubén se preguntó: '¿Cómo se supone que vamos a poder salir de aquí hoy?'. Con el pasar de los minutos, él se fue poniendo cada vez más ansioso. A diferencia de Samuel, quien era el jefe de la empresa, Rubén no podía darse el lujo de faltar al trabajo. Como empleado era su deber llegar a tiempo para cumplir su horario, o si no podrían descontarle asistencia su bonificación de asistencia.

¿Pero cómo se supone que iban a salir cuando Mangel estaba afuera esperándolo? ¿Samuel no podría inventarse algo para sacarlos de ese aprieto? Rubius no dejaba de caminar de un lado a otro mientras pensaba en todo aquello.

Al ver su angustia, Samuel sugirió con calma: "Tal vez si hay una manera de salir de aquí".

"¿Cómo?", preguntó Rubius, mientras lo miraba expectante, como si estuviera buscando un destello de esperanza.

En su mente solo le importaba que Mangel se marchara de allí cuanto antes, con una pizca de picardía en sus ojos, Samuel le sonrió y le dijo: "Solo te lo diré si me besas".

"Eres...". Incapaz de dar una respuesta, Rubén se avergonzó y se puso rojo como un tomate.

"Es la única forma".

"Estás siendo muy infantil".

Ignorando la renuencia de Rubén, Samuel permaneció indiferente y le respondió: "Después de todo no soy yo quien tiene prisa por llegar al trabajo".

Rubén lo pensó por un momento antes de tomar una decisión; con todo el coraje que pudo reunir, se acercó a él para besarlo, caminando como si estuviera en medio de una marcha épica.

Antes de que Samuel tuviera la oportunidad de reaccionar, Rubius se le acercó y le dio un beso. Aunque tan solo fue un breve beso en la mejilla, su corazón dio un vuelco en el momento en que sus suaves labios tocaron su rostro tan delicadamente como el pétalo de un rosa.

Era como si en su interior hubiesen estallado cientos de fuegos artificiales a la vez.

"Oye". Luego de haberlo besado de imprevisto, Rubius apartó sus labios y sacudió sus manos frente a él mientras le decía: "Bueno, dijiste que me ayudarías si te besaba".

Cuando Samuel volvió en sí no pudo creer que se perdiera tan fácilmente solo con un beso suyo. "Rubén..." susurró.

Mientras Rubén se palmeaba las mejillas con las manos, Samuel se recompuso e hizo una llamada

"Miguel, ven a la compañía ahora mismo", ordenó con voz fría luego colgó inmediatamente, sin darle a Mangel ninguna oportunidad de responder.

De repente, la atmósfera en la habitación se volvió gélida. Sorprendido, Rubén dio la vuelta hacia él y le preguntó: "¿Por qué no hiciste eso antes?".

De haberlo querido, Samuel podría haber hecho esa llamada anoche para que Mangel se fuera, pero en vez de eso aprovechó la oportunidad para pasar la noche en el apartamento.

Los besos de SamuelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora